lunes, 15 de marzo de 2010
Acércate al Entusiasmo
El entusiasmo no se ve ni se toca. Sin embargo, está y hasta se hace manifiesto en el cuerpo, a través de sensaciones que no tienen nombre específico. Para la psicología es una combinación de motivación y optimismo, que en parte es adquirida y en parte, aprendida. Dicen que es posible desarrollarlo y que se identifica como una fuerza no intencional. Aunque claramente propia.
“El entusiasta disfruta con lo mínimo,
se manifiesta en lo que hace, se lleva
a si mismo
a todas partes”
Horacio Krell
El entusiasmo y el trabajo
Acerca del entusiasmo y su vinculación con el trabajo, Daniela de León, directora de Ventas y Marketing de Dale Carnegie Training® de Buenos Aires (una empresa internacional de capacitación y consultoría dedicada al crecimiento de organizaciones), afirma que el entusiasmo “es el secreto del éxito”. Dice que es capaz de despertar la creatividad, incentivar el desempeño y fortalecer las relaciones laborales. También, afirma, colabora frente a los contratiempos.
De León sostiene que el entusiasmo dentro de un determinado ámbito laboral, aunque no es tangible, “es un sentimiento fuerte que se refleja en una variedad de comportamientos”. Según la especialista, se lo percibe por una suerte de “bullicio” que se manifiesta en la forma en que los empleados se hablan entre sí, contestan el teléfono o caminan dentro de la oficina. “El entusiasmo existe cuando se escuchan discusiones enérgicas y debates sobre nuevas ideas. O cuando las personas manejan sus tareas de forma creativa y estratégica. Sencillamente, se percibe una vitalidad que invade el lugar de trabajo”. Un equipo que, por el contrario, está falto de entusiasmo, también es fácilmente detectable: su característica más notoria es la falta de vitalidad. “Las causas de esta ausencia son varias. Una sensación de tristeza puede invadir a la empresa que está pasando por grandes cambios. Si se da una fusión o un cambio de poder, las personas se preocupan por la seguridad de sus empleos”.
Para que los líderes logren sostener el nivel de entusiasmo de su grupo de trabajo, la especialista aconseja: “El entusiasmo debe venir de adentro hacia afuera, y de arriba hacia abajo. Cuando los ejecutivos de alto rango están altamente motivados y lo demuestran, el entusiasmo penetra en la empresa”. A nivel personal, según De León, es posible tomar una decisión consciente acerca de sentirnos negativos o positivos. “Si, por ejemplo, se redujo nuestro presupuesto para el próximo año, la forma en que decido interpretar este hecho depende de mí. Así, podré patalear, quejarme y evitar lanzar cualquier proyecto nuevo para el año que viene. O bien, puedo juntar a todo el equipo en una reunión informal y discutir formas innovadoras de llevar a cabo iniciativas de bajo costo”, concluye la especialista.
“El entusiasmo habla del derecho a apasionarse por lo que sea, y de ser libres para volcarnos al mundo, según nuestro
propio modo”.
Silvia Mazza
Mas sobre el tema
En el libro El don de arder, mujeres que están cambiando el mundo, la periodista y escritora Ima Sanchís reúne 59 entrevistas realizadas a personajes femeninos con historias excepcionales. Algunas del ámbito público y otras anónimas, estas mujeres tienen, para la propia autora, características comunes: “la fe en ellas mismas y en que la vida merece la pena” y en que “su alegría reside en atreverse a ser, en realizar las posibilidades que llevan dentro”. De esta manera, El don de arder, y como dice su prólogo, son historias acerca del “don del entusiasmo”.
No se ve, no se toca. Pero se siente. Es como una energía que nos llena, nos moviliza, nos activa, nos quita el sueño y nos acelera. Nos vuelve distraídos y nos hace hervir la sangre.
Si hasta parece que el corazón va a salirse por la boca: el entusiasmo es así, casi imposible
de describir.
“Es que como emoción en sí misma, el entusiasmo no está descrito. Se trata de una combinación de dos estados anímicos: la motivación y el optimismo”, explica Juan Manuel Bulacio, psiquiatra, psicoterapeuta cognitivo y director del Instituto de Ciencias Cognitivas Aplicadas (ICCAp). Según el especialista, el optimismo permite al hombre creer que aquello que desea es posible de lograr y la motivación, es lo que lo mueve a buscar sus objetivos, cuando anhela el premio que estos objetivos implican. “De esta manera –continúa Bulacio– el entusiasmo supone un estado anímico que impulsa a la acción”.
Cosquillas en la panza, mariposas en el estómago o “un algo en el pecho” que no podemos explicar. Es así: se trata de sensaciones inespecíficas y sin nombre propio que invaden el cuerpo del entusiasta cuando éste encara algún proyecto, por más pequeño que sea. Detalla el psiquiatra: “Son manifestaciones orgánicas relacionadas con el bienestar. Se experimenta ansiedad positiva, una expresión corporal que se refleja en un tono muscular expectante, ni demasiado relajado ni tan tenso, de tono justo y activado. La fisiología del hombre acompaña el estado de emoción positiva”. Tanto, que alguien entusiasmado, aunque habitualmente no lo registre, libera sustancias químicas como endorfinas u opioides que aumentan el estado de bienestar.
Pero bien: ¿de qué depende ser más o menos entusiastas? Desde el enfoque psicológico, Bulacio explica que el entusiasmo tiene que ver con el temperamento, que lo traemos al nacer, y con los aprendizajes realizados en nuestras vidas. “A esa base debe agregarse la situación vital actual, la calidad de vida y las expectativas razonables de la persona. El estado anímico influye fuertemente sobre la posibilidad de estar entusiasmado, por lo cual cualquier anomalía (como la depresión o la euforia), se verá reflejada en dicho entusiasmo”. Por último, el médico afirma que no existen diferencias de género entre entusiastas mujeres y varones. Tampoco difiere por la edad de la persona. Más bien, éstas actúan sobre la base de las creencias positivas que tienen de sí mismas, de los demás y del mundo.
Aunque el entusiasmo puede ser oscilante en el transcurso de nuestras vidas, “la tendencia de base es bastante estable, con lo cual, aun en condiciones difíciles, la persona entusiasta intentará encontrar las mejores respuestas a la demanda de la situación, aumentando las posibilidades de éxito”.
En su Teoría sobre el entusiasmo, el filósofo argentino Alejandro Rozitchner, dice que este concepto “puede representarse con la sensación de estar adentro de las cosas. Es un estar adentro de todo ocasionado por el mero hecho de estar involucrado de manera especial con algo”. Por otro lado, Rozitchner afirma que el entusiasmo es una acción “en donde los movimientos se enhebran con gracia, en donde uno se siente arrastrado por una fuerza no intencional, pero a la que reconoce como particularmente propia”.
“La persona entusiasta intentara
encontrar las mejores respuestas
a la demanda de la situacion,
aumentando las posibilidades de exito”.
Juan Manuel Bulacio
En Ilvem, el instituto de aprendizaje de lectura veloz, enfocan al tema desde la óptica educativa: “Es una virtud que se puede alcanzar motivando el querer: si el deseo es suficientemente grande, cualquier obstáculo se vuelve pequeño”, afirma Horacio Krell, director de la academia. Desde su ámbito, Krell insiste en que el entusiasmo requiere de una metodología y capacidad de gestión. “Pero no es cuestión sólo de metodología sino también de desarrollo de las capacidades humanas que se encuentran adormecidas, todos tenemos un gigante interior que no sabemos cómo despertar”, afirma. Y sostiene que al entusiasmo se lo puede fomentar únicamente si se tienen en claro los objetivos personales: “El sentimiento no se sujeta a la razón sino a la acción, por eso hay que poner el autoarrancador y hacerlo ya. Los estados de ánimo acompañan a quien se moviliza. Para entusiasmarse, precisamente hay que apropiarse del entusiasmo y transformarlo en acto”.
Retrato de un entusiasta
“Una persona entusiasta es ante todo alguien que no especula, que no se mide, que se entrega. Al punto tal que se deja ganar por un impulso interno en contacto con algún estímulo externo; una persona tan generosa que ni siquiera importa la calidad del objeto (que puede ser mínimo) y sin embargo, es causa suficiente para que el/la entusiasta se encienda y contagie a los demás con su propio fuego”, opina Silvia Mazza, directora y docente de El entrenamiento creativo y del pensamiento analógico, el estudio-taller dedicado a potenciar la creatividad, la expresión, la comunicación y el desarrollo personal. Según Mazza, “el entusiasmo habla del derecho a apasionarse por lo que sea, y de ser libres para volcarnos al mundo, según nuestro propio modo”.
Para Krell, el entusiasta es un ser proactivo, que no se ata a los hechos y que logra lo que quiere, justamente, porque cree que es posible. “Disfruta con lo mínimo, se manifiesta en lo que hace, se lleva a sí mismo a todas partes. Y el fracaso no lo asusta: el disfrute está en el proceso y no en el resultado, lo importante es cómo viaja: su felicidad no es la estación a la que arriba sino la manera en que disfruta del viaje”, sostiene el director de Ilvem.
“El entusiasmo es el camino
subjetivo para acceder al sentido,
el punto de nieve, la ebullición
que nos cocina y realiza”.
Alejandro Rozitchner
De esta manera, de la vereda de enfrente del entusiasmo, estarían los escépticos o los indiferentes, que no están cargados de esa energía y creen que siempre están de vuelta. Los “gomas desinfladas” como los llama Rozitchner. “Son los que están tristes, los pesimistas o los faltos de deseo. Necesitan algo que los apasione, un proyecto que no los deje dormir, que los vuelva distraídos, los motive y les dé sentido. A veces la pasión es la pareja, la ciencia, la literatura, la música, la política, el deporte, el trabajo, o el estudio”, agrega Krell.
“Lo importante del entusiasmo es que es un fin en sí mismo, es decir, que es el entusiasmo mismo el que te da la felicidad, no que ella deriva del fin al que el entusiasmo se dirige”, sostuvo el filósofo Rozitchner en una conferencia que dio en la Young Presidents Organization. En el marco de la misma charla, le preguntaron al pensador cómo se logra el bien común si cada uno se entusiasma con algo que se propone a nivel personal. Y Rozitchner respondió: “Justamente lo que necesita una sociedad no es que el individuo se olvide de sí mismo para plegarse al trabajo comunitario sino que la comunidad se realiza precisamente cuando el individuo se afirma a sí mismo”. A su vez, el filósofo hace hincapié en “no dejarse de lado”, y en la importancia de alentar la producción del individuo: “si uno deja que desee y se entusiasme libremente, eso genera lazos sociales mucho más sólidos”
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