Humildad Jacobo

Busquemos la Verdad

domingo, 11 de julio de 2010

SABER PERDER ES MÁS IMPORTANTE QUE SABER JUGAR

SABER PERDER ES MÁS IMPORTANTE QUE SABER JUGAR Saber perder con elegancia, felicitar y agradecer al vencedor el tiempo que nos ha dedicado. Esta es una regla de oro, pues en la mesa en el juego se conoce al caballero. No es que por saber perder no se sea competitivo, sino que una derrota no puede hacernos perder nuestro saber estar. La dignidad de la derrota, no la tiene la victoria. Nada más insufrible que ver a un mal perdedor fuera de si. Una persona que no sabe contenerse es, como mínimo peligrosa, pero lo que es peor, insoportable. Entendemos por mal perdedor no solamente el que dice lo que no debe, sino el que actúa o gesticula poniendo de relieve que no sabe asumir su derrota. Si no se sabe jugar, sencillamente no se juega, pero nunca se pierde la calma y mucho menos por un juego. No es que uno sea frió como hielo o que no le apasione el juego, es que el gusto por el juego debe superar al gusto por la victoria. Si nos ganan jugando mejor, pues es de lo que se trata, de contrastar habilidades. Si nos ganan por suerte o por injusticias del árbitro, pues se acepta igualmente, porque cuando se empieza a jugar se aceptan las reglas. En esta sociedad tan competitiva, no es raro que todos intenten destacar. Está configurado en nuestras mentes que hay que ser los mejores, y vivimos constantemente comparándonos con otros en diversos ámbitos y áreas de nuestro quehacer. Pero no se puede olvidar la importancia de saber perder y aceptar, que en ocasiones, no siempre todo saldrá bien. Por otra parte, saber ganar también tiene sus reglas. Igualmente insufrible que un mal perdedor es un vencedor presuntuoso. Lo primero que ha de hacer un vencedor es dirigirse a su adversario deportivo y valorar su juego. Y después de las formas, si de verdad te gusta tu deporte, pues a mejorar, que no hay nada como una buena derrota para aprender de los errores y mejorar. Por cierto, que todo esto va de deporte, que si te quitan la novia es otra cosa. Y si te quitan la mujer también es distinto, pero en este caso te consuela que también te quitan la suegra.

Seguir Luchando: Fernando Alonso

El piloto español Fernando Alonso (Ferrari) optó por el optimismo tras un Gran Premio de Gran Bretaña para olvidar en el que acabó decimocuarto y aseguró que "el Mundial es muy largo" y que "nunca" se piensa "rendir". "Estamos justo en el ecuador del campeonato. Todo los puntos perdidos hasta ahora es porque no hemos hecho las cosas tan bien como los demás en esta primera mitad. Por tanto en la segunda mitad tenemos que mejorar para tener un punto más que los rivales al final. El Mundial es largo y nunca nos vamos a rendir", reseñó Alonso tras la carrera. Respecto a lo ocurrido en Silverstone, el piloto de Ferrari lamentó que tuvo que disputar "otra vez una mala carrera desde la salida", un problema que ha acusado "todo el fin de semana". Después, la carrera resultó "complicada por el tráfico" hasta que la sanción por adelantar a Robert Kubica le dejó sin ninguna opción. "Después del 'drive trough' estaba en el puesto 17 ó 18. He intentado pelear y pasármelo bien. Sabía que los puntos eran imposibles y quería disfrutar", explicó Alonso, que no quiso polemizar con la sanción que sufrió. "Acepto todo lo que decide la FIA, ellos son los árbitros y lo aceptamos. La próxima vez lo tenemos que hacer mejor", se resignó.

Jorge Enrique Múgica: La Humildad

La humildad no va de abajo hacia arriba, sino inversamente. No consiste en que el más pequeño rinda homenaje al más grande, sino en que éste último se incline respetuosamente ante el primero. Cuando María, la hermana de Lázaro, se inclina ante Jesús para ungirle los pies con perfume de nardo puro y enjugárselos en seguida con su propia cabellera (cf. Jn. 12, 3), no estaba ejecutando ningún acto de humildad sino de justicia. Cuando Jesús se quita sus vestidos y se ciñe una toalla para lavar y secar los pies de sus discípulos (cf. Jn. 13, 4-5), no estaba actuando justamente sino con humildad. La justicia reconoce la verdad honradamente; la humildad se inclina dócilmente por amor gratuito. Suele decirse que una persona es humilde cuando se abaja ante la grandeza de otra, cuando aprecia una cualidad superior a la suya o cuando reconoce el mérito del otro sin envidia. Pero eso no es humildad sino honradez. Por muy difícil que sea reconocer una grandeza que eclipsa nuestro propio ser y nuestras cualidades, el hacerlo no es más que honradez. La humildad no va de abajo hacia arriba, sino inversamente. No consiste en que el más pequeño rinda homenaje al más grande, sino en que éste último se incline respetuosamente ante el primero. Nos muestra claramente que es erróneo querer derivar la mentalidad cristiana de las costumbres terrenas. Así vista, se comprende muy bien que el grande se incline con bondad hacia el pequeño y aprecie su valor, que se sienta emocionado por la debilidad y se coloque ante ella para defenderla. La verdadera humildad estriba en esto, en el respetuoso inclinarse del más ante el menos; del mayor ante el menor. Pero al rebajarse así, ¿no significa perderse a sí mismo? No. El grande que adopta la actitud humilde está seguro de sí y sabe que cuanto más intrépidamente se lance hacia abajo tanto más seguramente se hallará a sí mismo. ¿Es que el grande es recompensado por este movimiento? Ciertamente. Su humildad le hace descubrir el valor de la pequeñez como tal; encuentra la grandeza de lo diminuto, de lo chiquito, de las minucias; llega así a captar que la vida es un continuo ejercicio de virtuosas pequeñeces que hacen la existencia grande y valiosa. No comprende tan sólo que el pequeño “tiene también su valor”, sino que es valioso precisamente porque es pequeño. He aquí un profundo misterio que se manifiesta al hombre verdaderamente humilde. Cuando nos arrodillamos ante un sacerdote durante la confesión, para recibir la bendición o ante Jesús Sacramentado, no realizamos un acto de humildad sino un acto de verdad ya que creemos que el presbítero hace las veces de Cristo, escucha y perdona en su nombre, y creemos también en la grandeza de Dios escondido en la Hostia. Somos humildes cuando nos abajamos a los pobres para honrar en ellos el gran misterio de amor de Dios hacia todos y no por simple humanitarismo. Y es que además, ¡nunca es más grande el hombre que de rodillas! Quizá conocemos muy bien la teoría de la humildad; qué es, en qué consiste… y la olvidamos fácilmente. Necesitamos modelos y, ciertamente, los tenemos. Santa Bernardita, la vidente de la Virgen de Lourdes, expresaba ejemplarmente la vivencia de esta virtud cuando, ya como religiosa, años después de las apariciones, abre su alma y confiesa: “...Fíjese, mi historia es muy sencilla. La Virgen se sirvió de mí. Después me dejaron en un rincón. Ése es ahora mi sitio, ahí soy feliz, ahí me quedaré”. En los “Diálogos”, santa Catalina de Siena presenta aquellas palabras que Jesús le reveló y que tanto le ayudaron para caminar victoriosa por la vía de la santidad: “Tú eres lo que no eres; Yo Soy el que Soy. Si conservas en tu alma esta verdad, jamás podrá engañarte el enemigo, escaparás siempre de sus lazos”. Pero es en Jesucristo en quien la humildad experimenta su apoteosis: ya no es el hombre sino Dios mismo el que la hace suya y se identifica con ella. La más alta cumbre de esta humildad divina tiene efecto, sobre todo, en dos momentos: el nacimiento y la pasión. Los demás, la elección de los discípulos, la predicación a las masas ignorantes, el perdón a los pecadores, la salud a los enfermos, los milagros, el lavatorio de los pies…, son actos de humildad secundarios que tienen sentido a la luz de la humildad vivida como pobreza en el nacimiento en la cueva de Belén y en la humildad que dice degradación, ignominia, ofensa, deshonra e iniquidad en la soledad de la cruz. Nacimiento y pasión: humildad por amor. “¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes?” (Sal. 8, 5). Se entiende la humildad divina cuando se ha captado que Dios nos supera, que está a otro nivel; y es justamente en ese momento cuando se valora la humildad y se busca necesariamente llevarla a la práctica. Quien ha escuchado en su interior aquel “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”, con la interpelación vivaz de la Palabra de Dios meditada, sabe que la humildad, como las otra seis virtudes contrarias a los pecados capitales, no es una opción ante la cual cabe declinar la invitación sino una necesidad que, mientras falte, nos hará permanecer inquietos, sin paz, intranquilos: imperfectos e infelices. Los hombres hallamos nuestra felicidad en el Bien supremo que es Dios. Las virtudes –bienes que llevan al Bien– nos perfeccionan; son las escaleras de acceso que nos introducen en la casa del Bien. Cuando Jesús pisó ese escalón no se renunció a sí mismo sino que nos reveló la misteriosa grandeza divina de la humildad; un misterio que ha quedado bellamente expresado en otra invitación que permanece como tarea para todo creyente: “Sed mansos y humildes de corazón”. Qué duda cabe: la humildad es más fácil al que ha llevado a cabo alguna cosa, que al que nunca ha hecho nada. Autor: Jorge Enrique Mújica, L.C

sábado, 10 de julio de 2010

El psicólogo Vicente Garrido advierte de que en España hay casi un millón de psicópatas

El psicólogo Vicente Garrido advierte de que en España hay casi un millón de psicópatas y 'no todos son delincuentes' El sociópata desarrolla un comportamiento violento adquirido por una "negativa" socialización, por lo que se podría reinsertar SANTIAGO DE COMPOSTELA, 15 (EUROPA PRESS) El psicólogo y criminólogo Vicente Garrido Genovés, aclaró hoy en Santiago, durante el Congreso Internacional "La Violencia y sus Contextos", las diferencias entre psicópatas, sociópatas y asesinos en serie, y advirtió de que España hay casi un millón de psicópatas y, que contra lo que se suele pensar, "no todos son delincuentes o asesinos". El porcentaje de psicópatas es de más de un dos por ciento de la población total. Al respecto, Garrido aclaró que en la mayoría de los casos los individuos que tienen psicopatía controlan sus impulsos y pueden integrarse en la sociedad. Un psicópata se caracteriza por carecer de empatía, no tener remordimientos, ser manipulador, astuto, egocéntrico y superficial. Suelen ser personas crueles que "disfrutan" de la extorsión y el abuso, ya que su objetivo es el "control absoluto" sobre su ambiente en favor de su propio beneficio, lo que no implica que desarrollen conductas violentas. El psicópata tiene predisposición biológica a la crueldad, y su ambiente es un factor muy importante para poder limitar o desarrollar ese impulso primario. Por el contrario, el sociópata adquiere el comportamiento violento por una "negativa" socialización, por lo que se podría reinsertar con más facilidad y eficacia, mientras que el psicópata que delinque "siempre reincide" por tener una deficiencia del cerebro emocional. Suelen considerarse sociópatas a terroristas, bandas, y al crimen organizado, que inculcan a sus miembros que "deben odiar al enemigo", por lo que no consideran "personas" a sus víctimas, y por tanto no se sienten culpables. ASESINOS EN SERIE Vicente Garrido aclaró, en declaraciones a Europa Press, que la psicopatía es un factor que aumenta el número de asesinatos y reduce la edad a la que se comete el primer delito sexual o violento, pero matizó que "no todos los asesinos en serie son psicópatas, ya que pueden sufrir otros trastornos". Un asesino en serie, es aquel que mata a dos o más personas en "diferentes períodos", lo que lo diferencia del homicida múltiple. Al respecto, Garrido ejemplificó los asesinatos en serie con los casos de Tony King, el asesino de la baraja y el asesino del parking de Barcelona. Los asesinos en serie pueden ser psicóticos, cuando tienen delirios y obsesiones, y psicópatas, cuando ansían el poder y el control sobre la víctima, ya que "carecen de una vida con sentido", aseguró Garrido. Las motivaciones que llevan a un asesino en serie a actuar son el lucro, el reconocimiento, el deseo de sexo y posesión, el sadismo, la ira y la venganza. TRATAMIENTO La psicopatía y la sociopatía carecen de tratamiento, pero esto se debe, no a su inexistencia, sino a la falta de investigación e inversión en este tipo de trastornos de la personalidad, destacó Garrido, a lo que añadió que España es un gran "solar" en este ámbito, refiriéndose a la falta de iniciativas para buscar soluciones a estas patologías. Garrido se refiere al tratamiento de personas que ya han desarrollado la patología, es decir, que ya han cometido algún tipo de delito, habitualmente violento. Este tipo de trastornos de la personalidad no suele ser atenuante en los procesos judiciales, y los delincuentes cumplen su condena en la cárcel en la mayoría de los casos. En España hay cada año 100 homicidios sin resolver de los 1.100 que se producen. Además, en los últimos cinco años actuaron seis o siete asesinos en serie que fueron identificados. Al respecto, Garrido sostiene que esa cifra se puede duplicar ya que muchos de estos agresores y asesinos tardan en ser detenidos o incluso no lo llegan a ser nunca. Esto se debe en buena parte, a que los asesinos en serie escogen a sus víctimas entre personas de ambiente marginal que en muchos casos dificulta la denuncia de su desaparición. HOBRE Y VIOLENCIA Vicente Garrido destacó la "masculinidad" de este tipo de trastornos y de los delitos violentos. El noventa por ciento de los asesinos en serie son varones, señaló. Asimismo recordó que además de la violencia de género, los hombres suelen ser más violentos que las mujeres en su conducta, tanto cuando se trata de delinquir, como en su vida diaria. Además, en más de un ochenta por ciento de los casos sus víctimas son mujeres