Humildad Jacobo

Busquemos la Verdad

domingo, 18 de abril de 2010

La Humildad para Jaime Jimenez Calderon

Una ligera aproximación de la humildad a través de las diferentes percepciones y filosofías Que gran tarea, la de definir y a la vez comprender que es la Humildad Filosófica, por lo que primero he decidido descifrar la palabra humildad. Humildad viene del latín "humilis" que es una virtud que consiste en el conocimiento de nuestra bajeza y miseria, vista desde un diccionario. De esta palabra se pueden relacionar con ella a las siguientes: recato, modestia, reserva, timidez, vergüenza, encogimiento, docilidad, obediencia, paciencia, acatamiento, etc ; que no dicen mucho del verdadero significado de esta actitud, estado, sentimiento y acción. Creo más bien que la humildad se entiende como una virtud moral, como una actitud de toma de conciencia y reconocimiento de las propias limitaciones. Directamente relacionado con el término homo está el también término latino humus. Este significa "tierra" indicando la parte baja o suelo. Inhumar es enterrar. De ahí se deriva humilis, "humilde" o el que permanece en tierra, el que no se eleva sobre la tierra, el que se inclina hacia el suelo. Según Ernout Meillet, homo se deriva directamente de humus, "tierra", y humilis (humilde) expresa esa filiación terrestre. Según esto, la humildad es un rasgo esencial de la humanidad, un rasgo ontológico. El hombre es ontológicamente humilde en cuanto está esencialmente religado a la Tierra y, a través de ella, a toda la materia. Tan hijo es de la Tierra que fuera de ella no puede vivir a no ser que lleve consigo los elementos terrestres más básicos para sobrevivir. Nos encontramos, pues, ante una humildad, que es anterior a toda actitud moral del hombre. Es una forma innata de ser, algo que pertenece a la constitución humana antes de toda enculturación y de toda decisión libre por su parte. El hombre no se hace humilde, nace humilde. Como hijos de la tierra mantiene una conexión permanente con ella para poder existir como hombres. Esa conexión es un cordón umbilical que no se rompe a lo largo de toda la existencia. Su ruptura significa la muerte. Desde el punto de vista material, la humildad material podría estar dada por la herencia genética nos liga a nuestros antepasados en lo bueno y en lo no deseable. Heredamos formas biológicas de ser, heredamos cualidades que consideramos positivas y también enfermedades, estas herencias serían la humildad terrestre de cada población, que determina en gran medida su visión del mundo, de la vida y de la muerte. No es lo mismo sentir la vida y la muerte en los páramos que en las ardientes tierras de nuestra costa. Desde nuestra perspectiva de la humildad ontológica antes descrita la muerte adquiere un sentido ya apuntado en algunas tradiciones como el tantrismo tibetano o por teólogos como Rahner. Durante la existencia terrena nuestro espíritu vive animando toda esa materia que pasa por cada uno de nosotros; la materia se hace cuerpo individual, participa en sus funciones vitales y de nuevo retorna al humus común sobre y del que vivimos. De esta manera, la función animante de nuestro espíritu va mucho allá de nuestro cuerpo personal. La piel de nuestro cuerpo sólo delimita la dimensión individual del mismo. Más allá de esa piel se extiende una dimensión ultraindividual, de alcance cósmico. El cuerpo es un sistema abierto al resto del mundo material. Somos en gran medida producto cultural de la educación recibida. En eso consiste la humildad cultural que afecta a nuestro ser más profundo y a toda nuestra conducta. No vivimos sólo como queremos, sino como nos han enseñado a vivir. Por eso mismo tampoco morimos de cualquier manera ni todos de la misma forma, sino como nos han enseñado a morir. La humildad no es una virtud reconocida como tal en todos los sistemas filosóficos. Más aún, en no pocas filosofías se le ha cuestionado hasta el punto de considerarla un vicio en la medida en que representaría una debilidad para afirmar el propio ser. Como en todo, la verdad es muy simple, una única virtud puede llevarnos al vicio, y por ello, todas y cada una de ellas tienen que ir acompañadas de sus hermanas mayores y en muchos casos de las menores. Desde la perspectiva de la evolución espiritual, la humildad es una virtud de realismo, pues consiste en ser conscientes de nuestras limitaciones e insuficiencias y en actuar de acuerdo con tal conciencia. Más exactamente, la humildad es la sabiduría de lo que somos. Es decir, es la sabiduría de aceptar nuestro nivel real evolutivo. Ninguno de los grandes filósofos griegos (Sócrates, Platón ni Aristóteles) elogiaron la humildad como una virtud digna de practicarse, ya que nunca llegaron a desarrollar un concepto de Dios lo suficientemente rico para poner de manifiesto la pequeñez del ser humano. En Occidente, es sólo a partir del advenimiento del cristianismo que esta virtud llegar a ser considerada el fundamento imprescindible de toda moral cristiana. Es por ello que para Nietzsche, que no comulgaba precisamente con dicha doctrina, la humildad no puede significar más que una bajeza, una debilidad de instintos propia de quien actúa inspirado por una moral de esclavos. Para su idea moral del superhombre, en cambio, a la sombra de la humildad hay que oponer la claridad de la altivez, tan alabada por los griegos y desde luego, por Nietzsche. La verdad de este dilema, sin duda, se encuentra en nuestro interior. Sin embargo, la filosofía de Oriente, que ha alcanzado un desarrollo espiritual mucho más significativo que la de Occidente, nunca dudó en asignarle un papel relevante dentro de las virtudes del sabio. Así, los verdaderos maestros de la sabiduría mística del Oriente ascendieron a sus más altos niveles de conciencia trascendiendo su ego, transformándose en seres universales al fundirse con el río del mundo. Pero para todos ellos los primeros peldaños del sendero estuvieron hechos de humildad. Pero que es ser filósofo, bueno una vida filosófica implica una disciplina, disciplina que también exige una vida de artista o la vida de un santo posiblemente. Una vida filosófica no es la distinguida vida de los filósofos, porque los filósofos no tienen ni más ni menos vida que cualquier ser mortal. Si la filosofía es consuelo, lo es porque inquiere sobre el dolor de vivir; toda vida tiene un rostro doliente, y la filosofía medita sobre él. "El filósofo es un hombre dolido", dice Fernando Pessoa. Más aún, la humildad es requisito indispensable del verdadero aprendiz, del verdadero discípulo, pues mucha de la disciplina de éste deberá estar basada en la conciencia de lo limitado de su conocimiento para precisamente, en razón de esta carencia, buscar activamente llenarse de él, ya sea a través de los maestros, del impulso a la meditación, del diálogo con sus semejantes o de la investigación personal. La mente humilde es receptiva por naturaleza y por lo mismo es la que mejor está dispuesta a escuchar y a aprender. El verdadero humilde considera siempre que las experiencias de la vida son posibilidades abiertas para aprender cada vez más. En su comprensión considera que el camino de la sabiduría es casi infinito, por lo cual, no corresponde en ninguna etapa de nuestro desenvolvimiento presumir de sabios o eruditos. La humildad como conciencia de nuestra falibilidad esencial nos hace más fácil la tarea de reconocer nuestros errores, fundamento de nuestros ulteriores perfeccionamientos. Mientras el soberbio pierde su tiempo criticando o intentando impresionar a los demás, el humilde sigue rectilíneo su camino de progresión espiritual, sin temer recurrir a la ayuda o a la orientación de quienes están más avanzados en el sendero. Retomando el significado que me atrae, Humildad no es sinónimo de desvalorización. El tomar conciencia de las habilidades y capacidades propias, es totalmente compatible con la humildad. Por ende, si la realidad es que alguien tiene una voz agradable, no debe pensar de si mismo lo contrario; ni manifestar ante los demás que su vos es fea. Uno puede medir su verdadera grandeza sin por ello asumirla con orgullo. El Rambam nos enseña que "la humildad, esta pura cualidad, es la más sublime de todas las virtudes admirables". Él mismo explica, que en todas las conductas de nuestra vida debemos encontrar el camino intermedio entre los extremos. Sin embargo, hay conductas que deben ser anuladas por completo como el enojo y el orgullo. (talmut) Esta virtud y cualidad presenta los siguientes beneficios: Al ser consciente de las cosas buenas que poseemos, ya no existe la necesidad de sufrir por la envidia hacia otras personas. Quien aprende a realmente ser humilde, logra vivir una vida más feliz. -Al estar en armonía con uno mismo, se está dispuesto a mostrar honor y aprecio hacia otros. Valorarse a sí mismo trae aparejado valorar a los demás. -La falta de humildad causa enojo y engendra peleas; la humildad nos conduce hacia la serenidad y tranquilidad. -Con humildad se desarrolla la capacidad de admitir las equivocaciones, ya que se elimina el miedo a sentir que uno no vale nada. Al conocerse a sí mismo, la crítica se transforma en una posibilidad de crecimiento. -Con humildad, es más fácil perdonar a otros rápidamente. La filosofía es la ciencia de los fines, la que nos enseña cómo y para qué vivir. Por tanto, su utilidad no se sitúa en un plano técnico, sino en un plano más profundo, metafísico, personal o espiritual. La filosofía es la actividad más natural del hombre y una adecuada actitud filosófica exige apertura, humildad y respeto. Otra ventaja que nos da la humildad es la capacidad de escuchar y aprender, es el principio de todas las virtudes a seguir. Realmente nunca lo sabemos todo, y esta realidad nos ayuda a emprender el camino que conduce a la humildad. Pero en ningún momento debe de ser confundida con baja auto estima. De la misma manera que no buscamos controlar a nadie, tampoco dejemos que nadie nos controle. La humildad vista desde esta óptica, como un Poder Eterno, nos permite reforzar el Respeto en Nosotros Mismos, manifiesta Simón Bolívar. En ese camino no debemos de dejar que esta humildad se convierta en ego. Para desarrollar el poder de la humildad y respeto hacia nuestras personas, tenemos que conocernos y comprendernos profunda y claramente. Al alcanzar nuestra verdad interna, desarrollaremos nuestro carácter en base a ella. Pero para eso tendremos que encontrar lo más puro en nosotros, la raíz misma, producto de la honestidad y la paciencia. Cuando se comienza a sentir en nuestro interior que la humildad nace naturalmente en todo lo que hacemos, que casi ni nos damos cuenta; cuando la comprendemos en el fondo de nuestro ser; cuando podemos entender a los demás bajo las verdades que la humildad nos presenta, es entonces cuando sabremos que ya estamos más cerca de la perfección y el camino recto será más claro. "La verdad está en el entendimiento ?decía Santo Tomás? en cuanto éste se conforma con el objeto conocido; y se podría añadir que, si el hombre no es humilde, le resultará difícil conocer y aceptar la verdad tal como es, con toda su extensión y sus exigencias." San Josemaría Escrivá, 24-X-1965 La inteligencia debe abrirnos el camino del corazón y ayudarnos a depositar allí, con afecto, la buena semilla de la verdadera humildad, que, con el tiempo y tesón, echará raíces profundas y dará sabrosos frutos (conocimiento y amplitud). La humildad verdadera, hermanos, empieza en el punto luminoso en que la inteligencia descubre y admite, con la fuerza necesaria para que el corazón pueda amarla, esa verdad fundamental, simple y profunda. Ernest Hemingway manifiesta al respecto ?el secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad. Mientras que Gandhi, dice sobre la humildad.- Uno debe ser tan humilde como el polvo para poder descubrir la verdad. Nietzsche rechaza la humildad en sentido de esclavismo, servilismo y mansedumbre, llamándola la humildad del cristianismo.Este punto de vista se incluye también en el libro del Torá, en la que se dice que la autoestima y la humildad no se excluyen sino que se complementan. Humildad no es humillación, y es mejor si viene de el opresor al oprimido, el alto al bajo. La manera de alcanzar la sabiduría es adquirir el rasgo de humildad, dice el versículo (Job 28:12), sin embargo la persona que separa su sabiduría de la humildad, se separa de Keter, la fuente de la verdadera sabiduría. Su sabiduría se vuelve suya propia, pero es una sabiduría fallida, tanto en el pensamiento como en la capacidad creadora que sigue al pensamiento. El intelecto le advierte constantemente al individuo que no sea orgulloso. Más bien uno debe comprender que el principal servicio es la total simpleza, sin ninguna clase de sofisticación (Likutey Maharán II, 19:1 Torá). Facundo Cabral en uno de sus poemas expresa sobre la humildad: Aprende del agua porque el agua es humilde y generosa con cualquiera, aprende del agua que toma la forma de lo que la abriga: en el mar es ancha, angosta y rápida en el río, apretada en la copa, sin embargo, siendo blanda, labra la piedra dura. Aprende del agua que por graciosa se te escurre entre tus dedos, tan graciosa como la espiga que se somete a los caprichos del viento y se dobla hasta tocar con su punta la tierra, pero pasado el viento la espiga recupera su erguida postura, mientras el roble, que por duro no se doblega, es quebrado por el viento. Como ser humano, deberé caminar acompañado siempre con la estrella de la humildad para no caer en sendas obscuras que estrangulen mi ímpetu en el compromiso asumido de aprender. Humildad para reconocer que otro puede tener la razón, para ceder aún teniéndola en bien de la tarea común que no buscará otro propósito que la paz, el bien y la justicia Jaime Jiménez Calderón j939j@hotmail.com

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