domingo, 25 de abril de 2010
La Humildad una Gran virtud
LA HUMILDAD
La humildad que no cuidáis es fundamental para que podáis fomentar las luces del alma. Las luces de vuestras mentes y las luces de vuestras almas no siempre van paralelas. Tenéis que aprender a distinguir qué es de Dios y qué es del mundo, porque os agobiáis y vuestra fortaleza se debilita. Cuando se está con Dios, cuando se está con Jesús de lleno, esa fortaleza está viva siempre. Cuando la fortaleza a Jesús desaparece, cuando a Jesús dejáis de lado quedáis vacíos y sin protección y viene el llanto y vienen las dudas y viene la desconfianza y viene la impaciencia. (29.7.96)
Todo da vueltas alrededor de las mismas miserias siempre, de vuestro egoísmo y vuestra soberbia, en definitiva de vuestra falta de humildad. Humildad que como sabéis es imprescindible para llegar a conocer a Dios. Humildad que cuidando en vuestro corazón os permitiría alcanzar esos estados que ahora veis imposibles de alegría continua, de confianza permanente en Dios. Los problemas no van a desaparecer hijos míos, porque Dios así lo ha dispuesto; dificultades habrán siempre, pero esas dificultades son para que superéis esa naturaleza humana apoyándoos en la espiritual y ganéis los retos que continuamente encontráis en el camino. Esos retos pueden ser muy, muy sencillos, vencer el mal humor para alegrar a un hermano que padece, vencer esos celos que nacen para alabar una obra bien hecha de un compañero, vencer la rabia y la soberbia para callar cuando hay que callar. (13.3.96)
La humildad, la humildad es la clave para el perdón sincero. Cuando no se es humilde jamás se puede perdonar de corazón a ningún hermano porque si no se es humilde el recuerdo viene una y otra vez; y uno dice perdonar y lo que hace realmente es volverse indiferente hacia esa persona, cuando lo que pide Dios es que pidáis por vuestros hermanos y por sus errores para que Él mismo los perdone. (13.3.96)
Las pruebas que Dios os pone en vuestro caminar día tras día sólo se pueden superar cuando la humildad prevalece. Cuando afirmáis que no podéis superar algunas pruebas, estáis fallando en humildad. Lo grave es que lo sabéis, sabéis que la humildad os falla, pero no hacéis por recuperar esa sencillez del corazón; os mantenéis en vuestras posiciones de orgullo, de soberbia, de enfados, de dudas, y las pruebas no son superadas. Qué es este caminar sino una limpieza para que Dios os pueda recoger en otro estado. Las pruebas que no se superan vuelven a aparecer en el camino una y otra vez. (5.2.98)
El saber perdonar llena de humildad el corazón. Y como ya os he dicho tantas veces, de la humildad se alimentan todas las demás virtudes, todos los dones de la humildad se engrandecen. (5.2.98)
La humildad, la humildad, la humildad, no descuidéis la humildad que es la base de todas las virtudes. Es la humildad la que abre el entendimiento, es la humildad la que os permitirá confiar en Dios ciegamente. Sois capaces de muchas cosas, de todo lo que queráis si Dios está a vuestro lado, pero si Dios no está a vuestro lado no sois capaces de nada. Dios en primer lugar, Dios en Jesús en primer lugar y después todo lo demás, todo lo demás. Ese desorden es lo que provoca en vuestro corazón tanta angustia, tanta tristeza, enloquecéis porque queréis. Porque si Jesús fuera vuestra primera preocupación lo demás se ordenaba, lo demás tomaría importancia muy relativa en vuestra vida, y los desaires dolerían menos, y las dudas de amores no os harían enloquecer. Que Jesús ocupe el primer lugar es la solución de los problemas, y a poco que lo habéis probado, habéis notado su efectividad, ¿por qué no os mantenéis entonces en ese intento continuo?
Vuestra mente abierta, abierta, y en la humildad abierta, porque la humildad hará que entendáis muchas cosas que ahora no entendéis. Y os sorprenderéis de la lucidez que Dios os dará en esa humildad si la cuidáis, y entonces aprenderéis a disculpar a los demás, aprenderéis a callar, y aprenderéis sobretodo a controlar esa soberbia que nace instantáneamente en el corazón ante un desaire de un hermano. (11.11.99)
No dejéis que el orgullo y la soberbia impere en vuestra vida, no os quiero con una humildad falsa, os quiero con una humildad verdadera. Ser humilde no significa aceptar que lo demás es bueno y lo vuestro no, ser humilde es aceptar que los demás no te acepten. Ser humildes es realmente avivar la fe que Dios puso en vuestros corazones, la humildad aviva la fe y abre el entendimiento, y es tan sencillo para el mal colarse por la soberbia… (17.2.2000)
Sólo en la humildad Dios dará luces y vuestro entendimiento se abrirá lo suficiente como para serenaros. Sólo en la humildad se acata la voluntad de Dios. Y vuestra infelicidad, y vuestra tristeza, y vuestras preocupaciones se fundamentan todas en lo mismo, no confiáis en Dios vuestro Padre, y como no confiáis no acatáis su voluntad como lo mejor para vuestras vidas. Dios no se equivoca, Dios permite lo que permite para el avance de las almas aunque no lo entendáis. Tenéis que hacer un esfuerzo para que ese vuestro corazón lleno de soberbia se limpie; la soberbia os ciega, vuestro yo prevalece y por eso Dios está empequeñecido en vuestra vida. (17.2.2000)
Opinad, sed libres para hablar, pero sobretodo sed libres para aprender, porque la humildad es la base de todas las virtudes que necesitáis para que ese alma se abra y definitivamente se limpie. Humildad para recoger de los demás, de todos y cada uno, para aprender, porque tenéis mucho que aprender, tenéis mucho que cambiar, pero también tenéis mucho que recibir aún. Abrid ese corazón para que no perdáis todo aquello que recibís. (28.9.2000)
La humildad la necesitáis para que lo que recogéis no se pierda, y sabéis lo fácil que es levantar la cabeza orgullosa y rechazar todo lo que de Dios viene porque lo hacéis también muchas veces y con muchas frecuencias, frecuencias distintas, los que entienden, entienden lo que estoy diciendo. (26.10.2000)
Y la humildad es la virtud que debéis cuidar por encima de cualquiera, porque sobre ella se asientan las demás virtudes. Os insisto, y volveré a hacerlo en las ocasiones que Dios me dé, debéis cuidar la humildad sobremanera. La humildad descuidada está produciendo en vuestros corazones ataques de egoísmos, ataques de soberbia, ataques de descuido, ataques de indiferencia, ataques, en definitiva, de exigencia descuidada. Aprovechad estos mensajes y estas ayudas; aprovechad este recordatorio de los mandamientos para avanzar. (14.12.2000)
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