Leo que Tiger Woods se ha encerrado voluntariamente en una clínica para tratar su hipersexualidad y me asalta una duda lógica. ¿Seré yo una adicta al sexo?
Como no puedo esperar a que mi terapeuta me reciba para tratar este nuevo sinvivir que me corroe, vuelo a consultar en esa peligrosa guía para hipocondríacos que es internet en busca de tranquilidad o, a las malas, de un foro de afectados que me sirva de consuelo. ¿Y qué me encuentro? Lo primero, la definición en Wikipedia: "La hipersexualidad o adicción al sexo es el deseo de mantener un nivel de comportamiento sexual humano lo suficientemente alto como para ser considerado clínicamente significativo. Se tiene una necesidad incontrolable por sexo de todo tipo, desde relaciones sexuales con otras personas hasta masturbación o consumo de pornografía".
Pues así, de primeras, no ahuyenta mis temores. Pero sigo leyendo: "Los hipersexuales pueden tener problemas laborales, familiares, económicos y sociales. Su deseo sexual les obliga a acudir frecuentemente a prostíbulos, comprar artículos pornográficos, realizar con frecuencia llamadas a líneas eróticas y mantener relaciones sexuales con desconocidos, haciendo que su vida gire en torno al sexo".
Uff... Vamos a ver: no frecuento prostíbulos y hace mucho que no llamo a líneas eróticas. Dos de cuatro. ¿Soy medio adicta? No me aclaro... Así es que recurro al autodiagnóstico (porque, como todo el mundo sabe, cada uno de nosotros lleva un Doctor House dentro de su cuerpo) y me someto a un test que encuentro en la red en el que, siendo sincera, mi puntuación arroja el siguiente análisis: "Marcar esta puntuación significa que estás en las etapas iniciales de la adicción sexual".
¿En serio? Sólo por hacer la prueba repito el test, pero contestando en plan niña buena. Es decir: mintiendo como una bellaca. Y me dice: "Algunos síntomas están presentes". ¿Síntomas presentes? ¡Pero si he contestado como lo haría Dorothy la de El mago de Oz!
Empiezo a ponerme nerviosa, así es que llamo a Carmen. Ya se sabe: mal de muchos...
—"¿Te has planteado si somos adictas a sexo?". La pregunta, a bocajarro, le hace bastante gracia.
—"Pero vamos a ver, niña, te he dicho un millón de veces que dejes de mirar en internet.... ¿Cómo vamos a ser adictas al sexo? ¡Tú y yo somos la mitad de adictas que todos los hombres que conocemos!".
Aunque la generalización me parece un poco peligrosa, su respuesta me hace pensar.
Es verdad que Tiger tendrá que confesarle a su mujer decenas de infidelidades para salvar su matrimonio, como parte de la terapia que le han impuesto. Pero... ¿y si el golfista fuera soltero? ¿Cuántos hombres y mujeres hay en el mundo que llenan sus noches y sus días con agradables encuentros sexuales (no siempre con la misma pareja) sin que ello les cause un solo remordimiento de conciencia y sin que tengan que darle explicaciones a nadie? ¿Somos los solteros sexualmente activos carne de terapia?
Una vez tuve un novio al que le gustaba follar por la mañana y por la noche y, durante el día, me llenaba el buzón del móvil y el correo electrónico de mensajes procaces en los que me describía lo que tenía pensado hacerme en cuanto nos viéramos. Estoy segura que sólo tenía sexo conmigo en aquella época. Entonces, si a mí no me molestaba su actividad sexual (al contrario), ¿estamos ante un enfermo, ante ninguno o ante dos?
El otro día me contaba Laurita que un amigo suyo de la facultad le ha confesado que se masturba hasta cinco veces al día. El chico se siente un poco avergonzado porque piensa que sus desahogos no son normales. Pero... con lo que se miente en las encuestas sobre sexo... ¿alguien sabe lo que es normal? ¿Dos a la semana? ¿Dos al día?
Yo no digo que Tiger Woods no tenga un problema con el sexo, pero a lo mejor su problema es el mismo que tienen miles de hombres (y de mujeres) en todo el mundo: les gusta follar mucho y variado, sólo que al golfista el éxito deportivo le abre más puertas, seguro, que a mi vecino del tercero. Si la terapia consiste en prohibirle masturbarse durante seis semanas, someterle a una estricta abstinencia sexual durante 18 y obligarle a confesarse ante su esposa... No sé... Bill Clinton se confesó ante el mundo entero y que le pregunten a Hillary si la cabra tira o no tira al monte.
Pero la duda que me corroe es otra: ¿Es Tiger Woods un mal golfista, Michael Douglas o Warren Beatty malos actores o Bill Clinton peor presidente (que el nefasto y fidelísimo George W. Bush, por ejemplo) porque hicieran realidad sus fantasías con mujeres adultas, predispuestas y en pleno uso de su libertad? Aun realizando sus trabajos sin problemas e incluso siendo personalidades reconocidas por su eficacia en el ejercicio de sus funciones, buenos padres y seres con una vida social decente... ¿Están realmente enfermos o se les juzga más duro por ser famosos? ¿Cabe la posibilidad de que sean ellos mismos los que disfracen sus devaneos de adicción por aquello de que siempre tendrá más perdón un enfermo que un infiel promiscuo? Francamente no lo sé.
Pero aquí, el que esté libre de pecado (pensamiento, palabra u obra), que tire la primera piedra. Y no seré yo...
(Escribidme a pandora.rebato@elmundo.es)
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