La humildad es la fuente de toda grandeza.
Ser humilde es tener autoestima.
Es saber hasta cuanto puedo hacer y entender quien puede
hacer algo mejor que yo. Y darle el espacio para que se desarrolle plenamente.
El humilde mira a los demás con un brillo en los ojos y se regocija por su éxito.
Es la persona que primero te estrecha la mano para
felicitarte por una buena acción o un proyecto productivo.
Y, automáticamente, tu le agradeces y lo tendrás siempre en tu corazón,
pues el humilde vive en el corazón de todos y
tiene uno de los mayores tesoros que existen, que es la amistad sincera.
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