domingo, 24 de octubre de 2010
Es Mejor EL Perfil Bajo
En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola sobre algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás:
“Dos hombres subieron al templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano.
El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ‘Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos y adúlteros; tampoco soy como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todas mis ganancias’.
El publicano, en cambio, se quedó lejos y no se atrevía a levantar los ojos al cielo. Lo único que hacía era golpearse el pecho, diciendo: ‘Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador’.
Pues bien, yo les aseguro que éste bajó a su casa justificado y aquél no; porque todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.
No dejarte Impresionar por Apariencias
El Señor es un juez que no se deja impresionar por apariencias. No menosprecia a nadie por ser pobre y escucha las súplicas del oprimido. No desoye los gritos angustiosos del huérfano ni las quejas insistentes de la viuda.
Quien sirve a Dios con todo su corazón es oído y su plegaria llega hasta el cielo.
La oración del humilde atraviesa las nubes, y mientras él no obtiene lo que pide, permanece sin descanso y no desiste, hasta que el Altísimo lo atiende
y el justo juez le hace justicia.
Jesús una Vida de Perdón
hay un Padre celestial de amor que te perdonará todos los pecados sin importar lo que has hecho o por cuanto tiempo viviste en pecado.
En primer lugar debes saber que no eres el único en esa situación. Todos reconocemos haber pecado en contra de Dios. Los cristianos suelen citar a Romanos 3:23 que dice así: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”.
La mayoría de los que citan no saben lo que significa el vocablo “pecado”. Hay los que dividen el pecado en dos partes, a saber: los pecados importantes y los sin importancia.
Por ejemplo,
• Si llegamos retrazado a una cita mentimos para explicar el retraso, eso es considerado un pecado sin importancia.
• Si no resistimos la tentación y robamos algo, esto lo consideramos como un pecado importante.
Llevemos en consideración la lista de pecados que se encuentran en 1 Corintios 6:9-11:
• Solteros que fornican
• Sodomitas (homosexuales pasivos)
• Pervertidos sexualmente
• Ladrones
• Avaros
• Borrachos
• Calumniadores
• Estafadores (son los que al robar usan violencia)
Según el apóstol Pablo ninguno de estos heredará el reino de Dios.
Fíjense cómo Dios mezcló los pecados en ese pasaje: él menciona desde el homosexual hasta el ladrón. Ahora nosotros no ponemos estos pecados en la misma categoría. Como hemos dicho, dividimos los pecados en “importantes” y “sin importancia”. Sin embargo, para Dios no hay distinción; todos pecados son importantes.
El castigo mencionado en el pasaje, o sea, que los que cometen tales cosas no heredarán el reino de Dios, hace falta examinarlo con más detenimiento. ¿Quiere decir esto que los ladrones no heredarán el reino? O ¿Son esos los pecados imperdonables? La respuesta a ambas preguntas es negativa. Pues aquí Pablo no se refiere a los que cometen pecados (como robar) unas pocas veces en la vida. Lo que el escritor condena es llevar un estilo de vida de un ladrón, sin el menor interés en cambiar.
Podemos confirmar esa verdad leyendo el verso 11 que dice, en otras palabras: “así actuaban algunos ustedes”. Aquí nos enteramos que Pablo se refería a la vida antigua de los cristianos Corintos, o sea, que aquel fue el estilo de vida antes de sus conversiones.
Sin embargo, el apóstol les advertía que “no se dejaran engañar”, que nadie podría vivir toda su vida como ladrón y al morir e ir al cielo. Según Pablo, eso es imposible.
¿Perdonará Dios todos los pecados?
Al enterarnos de que nadie vive sin pecar, la pregunta que sigue es: ¿Perdonará Dios todos los pecados? La respuesta es positiva. No obstante, hay que entender que Dios odia al pecado. Para Dios es indiferente la naturaleza del pecado. Dios odia al pecado por lo que ha causado en sus hijos, tanto los creyentes como no creyentes. Él conoce su poder destructivo y como el pecado pasa a ser parte integrante de la vida de una persona y la controla. Aunque la persona que esté pecando crea que su vida esté bajo control, pronto el pecado la paralizará. No tardará en perder su libertad. Es el pecado que estará controlando su vida.
Quizás estés pensando: “Soy un ladrón” o “soy un adultero”, sintiéndote culpable de algún pecado. ¿Podrá Dios perdonarme? ¿Será que Dios me puede perdonar por haber destruido un hogar? O por haber golpeado a la esposa o por vivir muchos años en adulterio? La respuesta es positiva. Lo que debes entender es cómo perdona Dios al pecador, y luego podrás aprender cómo librarte del bulto de la culpabilidad del pecado después que Dios te lo haya perdonado.
¿Cómo es que Dios perdona?
Dios no te perdona por el simple hecho de que le has prometido no pecar más. Él no te perdona tan sólo porque te has propuesto cambiar de vida. No; Dios perdona pecados de una sola manera y la encontramos en Efesios 1:7, donde dice: “…para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia”. Es en Cristo y no en nuestras promesas o decisiones donde encontramos nuestra redención. Damos gracias a nuestro Señor Jesucristo por su sangre redentora.
En 1 Pedro 1:18-19 encontramos la misma afirmación: “sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación”.
Por lo tanto, deducimos que la única manera que Dios perdona los pecados es esta: Jesucristo vino al mundo, murió en la cruz, derramó su sangre para pagar por nuestros pecados. Esta es la única manera en que Dios perdona los pecados a los cristianos. El perdón de nuestros pecados es basado únicamente en la muerte de Jesucristo.
Al rendirte a Cristo, al arrepentirte de sus pecados y bautizarte, el don del Espíritu Santo te será otorgado. De allí en adelante tendrás un espíritu nuevo y una mente nueva. Entonces empezarás a pensar en las cosas de Dios. En cuanto que en el pasado tus pecados te habían esclavizado a una vida de maldad, desobediencia y la satisfacción de tus deseos pecaminosos, la nueva en Cristo te da la oportunidad de empezar cada día como si fuera el primer día de tu vida.
Dios puede y quiere perdonarte. Esto es indudablemente buena nueva
No obstante, no habrá perdón hasta que la persona entienda que el perdón, fundamentalmente hablando, no se basa en lo que la persona puede o no hacer, sino en lo que ha hecho Jesucristo.
El proceso del perdón
En 1 Corintios 6:11 vemos que el proceso del perdón es muy claro y obvio. Hay tres afirmaciones que merecen nuestra atención y que son: pero han sido lavados, santificados y justificados en el nombre de Jesucristo y por el Espíritu Santo. Veamos cada afirmación con detenimiento:
• Han sido lavados: Esto es básico, o sea, Dios se enteró de la inmundicia de nuestros pecados y nos lavó. Esta frase marca un cambio en el pasaje. Pablo describía la maldad del pecador pero en el verso 11 dice: “Y eso eran algunos de ustedes. Pero han sido lavados”. Hay otra aclaración en Tito 3:5 “él nos salvó, no por nuestras propias obras de justicia sino por su misericordia”. Esto quiere decir que por una entrega a Cristo y por el poder del Espíritu Santo se regeneran los cristianos, con una vida nueva y una mentalidad también nueva obsequiada por Dios. Como dice el himno: “Sólo por Jesús la sangre”.
• Han sido santificados: Significa que hemos sido regenerados, que Dios nos ha elegido. Pero, ¿por qué lo hizo? Al hacerse cristiano Dios nos elige como sus hijos para que él sea glorificado a través de nuestra vida. Esta es la razón por la cual Pablo dijo, en 1 Corintios 6:15 que nunca debemos unirnos a una prostituta. Al unir su cuerpo con el de la prostituta el cristiano comete inmoralidad con el templo del Dios viviente. Santificados no quiere decir que ya no pecaremos porque somos santos. Sí significa que a pesar de nuestros pecados vivimos por fe que Dios nos perdonará siempre que nos arrepentimos.
• Han sido justificados: A continuación con el ser lavados y santificados, Dios decidió justificar a aquellos que han sido convertidos. En esto Dios, según sus leyes, nos declara legalmente inocentes y libres del castigo, en fin, hijos de Dios. Según la ley de Dios, esto no quiere decir que eres inocente, sino culpable, pero Dios de inmediato te perdona.
El resultado
Lo importante nos es tanto ser o no perdonado; lo que sí hace la diferencia en la vida de una persona es si acepta o no el perdón de Dios. Sin embargo, hay que hacer esta pregunta: “¿Será que me basta librarme de la culpabilidad, o recibir el perdón de todos mis pecados?”
¿Qué prefieres: sentirte feliz o ser liberado de aquello que vive en ti y que te hace violar la ley de Dios? Dios te perdonará no importa la gravedad de tus pecados si de veras quieres que él te perdone. Si ya eres cristiano, debes empezar el proceso del perdón confesando tus pecados y decidiendo que no pecará más, bautizándote y empezando una vida nueva.
El arrepentimiento verdadero afecta el espíritu. También afecta al corazón y lleva al renuevo de la mente. Hay un cambio en la actitud que, con el poder del Espíritu Santo, habilita la persona a actuar de manera diferente cambiando su mente y su manera de vivir al cambiar su mente y su vida.
Conclusión
¿Quieres ser realmente libre? ¿Quieres librarte de toda culpabilidad con que despiertas cada mañana? Puedes examinar tu pasado o tu vida presente y concluir que estás cargado de culpabilidad. Te lamentas, sientes vergüenza de ello; tu autoestima ha sido destruida por tus pecados y te sientes deprimido. ¿Quieres liberarte de la esclavitud del pecado y renovar tu esperanza de una vida mejor? ¿Quieres empezar una vida nueva? ¿Te perdonará Dios? Claro que sí. Lo hará el momento que decides cambiar de vida.
Perdonales Señor Ya que no saben lo que hacen
La mayor parte de la gente ya no sabe lo que hace.
Por eso hay que Aprender a perdonar
Las Ventajas del Perdón
INTRODUCCIÓN:
A todos nos cuesta perdonar. Tenemos dificultades para perdonar a alguien, rechazamos la idea de pedir perdón, nos incomodamos cuando nos lo ofrecen y somos duros para perdonarnos a nosotros mismos. Para el cristiano el perdón no es algo sentimental ni condicional. El perdón es una decisión de Dios la cual nosotros debemos de adoptar; como mandato de Dios. No hay opción de escoger entre el seguir resentidos o perdonar, entre odiar o amar, o entre la aceptación o la indiferencia. Estamos obligados a adoptar el perdón como nuestra manera de vivir.
Perdonar es convivir con los demás y aceptarlos tal como son, con sus defectos y virtudes; (sin tolerar el pecado) al esposo(a) que gruñe todo el día, al hijo por ser poco activo, al amigo por fallarnos, al hermano por ofendernos, al trabajador por engañar-nos, al jefe por maltratarnos. Etc.
1.- ¿Dónde está la raíz del perdón?
En Dios, nuestro Padre que nos ama y que por su amor nos concede el perdón, cuando arrepentidos clamamos a él, aparte de nuestra obediencia, el no espera nada a cambio; aunque el hombre le haya traicionado, olvidado, y renegado de Él, o haber cometido el peor pecado; (como en la parábola del hijo pródigo Lucas 15: 18-24); sin embargo, Él siempre está dispuesto a concedernos su perdón, y a nosotros nos manda a que perdonemos, no solo una vez, sino setenta veces siete, Mateo 18:21-22, es decir infinitamente. Así debemos perdonar todos. Perdonar es un modo de vivir. Es estar listo para olvidar. Es practicar pequeños o grandes actos de sacrificio para poder enfrentar mayores ofensas más adelante, la práctica del perdón nos capacita para el futuro. Es una resolución de ser misericordioso a pesar de que la ofensa haya sido enorme, grave y deliberada. Aquí es cuando más valor tiene el perdón. Aceptar una disculpa o una solicitud de perdón sincera es también perdonar y respetar al ofensor, sin importar la profundidad de la herida. Pero, sobre todo, perdonar es escoger amar, derribando cualquier barrera, cerrando heridas, abriendo las prisiones del alma, olvidándonos de nosotros mismos y llenándonos de tremenda paz. Amor y perdón van juntos, no puede existir uno sin el otro. Hay unos pensamientos de I. Larrañaga con referencia al perdón: “¿Quién sufre más, el que odia o el que es odiado? Muchas veces, el que es odiado vive feliz, en su propio mundo, pero el que cultiva el rencor se parece a aquel que toma es sus manos una brasa ardiente o al que aviva una llama. Pareciera que la llama va a quemar al enemigo; pero no es verdad, el que se quema es el que tiene la llama en su mano. El resentimiento solo destruye al resentido, porque el tal, no perdona”. Mat. 6:14, 15
2.-¿Cómo podemos perdonar cuando a veces estamos tan heridos?
¿Qué fórmulas o reglas humanas hay para poder conseguir esta curación? En realidad no las hay, sólo el amor que viene de Dios. Efesios. 5: 1, 2. Cuando nos encontramos en una situación penosa, cuando alguien no se habla con algún hermano, amigo, o familiar, porque está dolido y se queja resentido y cuestiona ¿Cómo puedo confiar en ti ahora? ¿Cómo puedo perdonarte otra vez si siempre vuelves a hacer lo mismo? Otros dicen ¿Cómo y cuándo puedo empezar a perdonar si no me siento listo?, y otros no se atreven a pedir perdón porque consideran que las heridas hechas a otros son muy grandes y creen que es muy difícil decir lo siento, o porque consideran no merecer el perdón. Y si alguien no quiere recibir el perdón o no quiere perdonar? En cualquier circunstancia debemos hacer algo aprobado por Dios: Si no puedes encontrar al ofensor, entonces, un perdón silencioso en tu corazón te vendrá bien, y oraciones sinceras para recibir la fuerza del perdón.
El perdón es total , y no se da porque alguien lo merezca, es más bien, el precio del amor. Déle a ese alguien el regalo de su perdón, no sólo una vez, sino setenta veces siete.
3.- Beneficios del perdón:
¿A qué nos conduce el perdón? ¿Por qué debemos perdonar? Cuando perdonamos de verdad, suceden cosas maravillosas tanto al que perdona como al perdonado. Es como abrir una llave con gran caudal de agua y dejarla correr. Los resentimientos, culpas y enfermedades del alma se lavan, se limpian, se liberan. La alegría y la paz nos inundan, nos sentimos felices, humildes, íntegros, livianos y libres para amar, casi perfectos. Se abre una fuente de amor que estaba cerrada. Colosenses 3: 12-14. Vale la pena perdonar, porque no hay terapia más liberadora que el perdón. Efesios 4: 31-32.
Conclusión:
Hagamos de nuestra vida cristiana una vida de perdón.
Perdonar para Vivir Mejor
Perdonar para vivir mejor
En toda relación humana se generan problemas y desacuerdos que nos pueden hacer sufrir, y nos llevan a acumular sentimientos negativos como rencor, odio o rabia. Actualmente sabemos que estos sentimientos afectan considerablemente la salud, recordemos cuantas veces hemos experimentado dolores de cabeza, espalda o estómago después de sufrir un gran enojo producto de una acción inesperada por parte de otra persona.
Investigadores médicos, han estudiado el estrés producido por los rencores acumulados y han descubierto que son la causa de disparar o agravar dolores como los señalados. Otros asocian la tendencia a permanecer resentido y la incapacidad de perdonar con aumento del riesgo a morir de enfermedades cardiacas o cáncer.
También han referido que las personas que aceptan que en la vida hay malos entendidos y choques con los demás y que los efectos se pueden neutralizar, son propensos a una vida más saludable.
Visto de esta manera queda claro que uno de los mejores motivos para perdonar es liberarnos de nocivas emociones. Perdonar es abrir una válvula de escape para permitir la salida del veneno acumulado por el rencor y el resentimiento. Cuando una persona perdona, no está ayudando a quien la ofendió, se está ayudando a sí misma, porque se está deshaciendo de los sentimientos negativos y está recuperando el equilibrio, la paz interior y la felicidad.
Pero... ¿hay que perdonarlo todo?
La noción del perdón no depende forzosamente del acto. Hay acontecimientos graves y traumáticos, y por ello imperdonables. No tratamos de decir lo que hay que perdonar o no. Tal vez, el acto de perdonar no se trate en realidad de un hecho altruista orientado hacia los demás, sino como lo hemos mencionado, del beneficio físico y emocional que obtiene el que perdona.
Si hay en nuestra vida algún enojo por algo que ocurrió en el pasado, vale la pena preguntarnos para qué nos sirve el enojo hoy en día. Recordemos que si permanecemos atados al pasado, no podemos vivir en el presente ni edificar en el futuro, y todos tenemos el poder de comprensión, perdón y reconciliación.
Artículos A
Vivir El Perdón
APRENDAMOS A PERDONAR NUESTROS SEMEJANTES PARA VIVIR FELICES
23 may
APRENDAMOS A PERDONAR NUESTROS SEMEJANTES PARA VIVIR FELICES
"Las historias de agravios son como cuchillos que nos clavamos, nos hacen doler, pero no hacemos esfuerzo para sacárnoslas de nuestra mente"
Hola amigos , a ustedes les ha pasado que cuando alguien nos agrede ,muchas veces produce una herida, muchas veces se hace de forma inconsciente y otras en forma consciente, cuando se hace en forma consciente y malintencionadamente entonces si que es difícil curar esa herida que llevamos dentro.
No perdonar es como coger una espada por el filo y agarrarlo cada vez más fuerte para hacerle daño al agresor. Mientras más nos aferramos a la espada, es decir, a nuestros dolores t rabias y no perdonamos, cada vez sangramos más.
El perdón es la paz que aprendes a sentir cuando dejas ir tu rabia. El perdón es para ti y no para el que ofende. El perdón es tener de nuevo el control y el poder. Es tomar responsabilidad sobre nuestros conocimientos. El perdón te saca de vivir en el pasado y te ayuda a vivir en el presente.
Quienes perdonan más tienen menos problemas de salud, sienten menos estrés y tienen menor riesgo de de problemas en el corazón.
Las personas de mayor edad perdonan con más facilidad que los jóvenes. A medida que envejecemos, adquirimos más sabiduría y somos más comprensivos.
Todos tenemos sin excepción la capacidad de perdonar pero pocos lo ponemos en práctica. Si usted confía sus secretos a otra persona de su confianza y luego esta la traiciona, entonces aquí se produce un agravio. Son esas historias las que se instalan en nuestra mente y nos roban nuestra tranquilidad y nos inundan de emociones negativas. Si nos ponemos a reflexionar bien la deslealtad de su gente de confianza es complejo verdad y a cualquiera creo yo le afectaría emocionalmente , pero, cuando nos aferramos a las historias de agravio, perdemos la oportunidad de ser felices y de estar en paz. Tenemos que aprender el hábito de disolver historias de agravio y evitar que se instalen en nuestro interior, es decir aprender a no clavarnos cuchillos de agravio que nos hieran emocionalmente.
Las personas debemos ser siempre leales, agradecidas.
Algo que he aprendido en la vida es que, en un conflicto entre dos o más personas , hay siempre dos historias. Por más evidente que sea para mi que la otra persona tiene toda la culpa del problema, es probable que exista información que no maneje y que no pueda dar una perspectiva diferente del conflicto. Cuando uno sufre una sorpresa negativa e inesperada, tendemos a pensar que somos los únicos a los que nos pasa esas cosas, pero la realidad es que a diario miles de personas las cierran las calles, le faltan el respeto, le son desleales, no cumplen sus promesas. Cuando nos ocurre un problema, somos como el avestruz que introduce su cabeza en un hoyo y no mira a su alrededor. Levantar la cabeza y constatar que no somos los únicos nos libera nuevamente de la sensación de incompetencia y reduce la intensidad del mal momento.
Seria conveniente pensar cuántas veces en el pasado nosotros nos hemos equivocado y hemos sido perdonados por otros. Uno no es perfecto, también se equivoca y debemos tomar conciencia de ello. El darnos cuenta que nos equivocamos nos ayuda a ser más comprensivos y benevolentes con los demás.
Por ello estimados amigos, aprender a ser feliz es aprender a vivir más en el presente y disfrutar los placeres cotidianos que nos regala la vida. Placeres como las del cuerpo que están relacionados con los sentidos, que es la de comer algo rico y delicioso, oler un aroma exquisito, ver hermosos paisajes, oír una melodía en el blog de Amor Salvaje. La coctelera, tener relaciones sexuales con nuestra pareja, ir a pasear y ver el cine respetivamente.
Por último estimados amigos lectores es muy importante considerar que nuestros ojos registran millones de datos e informaciones pero nuestra mente solo se puede concentrar en una pequeña parte de ellos. Inconscientemente nuestra mente descarta información que no esta alineada con lo que queremos o estamos buscando. Desgraciadamente, ahí descarta cientos de oportunidades diarias de traer felicidad a nuestras vidas.
Que la felicidad, la paz y tranquilidad siempre reine en sus corazones amigos.
sábado, 23 de octubre de 2010
Calidas las Palabras del corazón
Cálidas son las palabras
nacidas de un corazón
suaves y susurradas
de tan sincera opinión
Llegan tan amorosas
dulces como la miel
huelen igual que rosas
son de un amigo fiel
Brillan tal como estrellas
alumbran igual que el sol
palabras que son tan bellas
funden como el crisol
Siempre tan oportunas
cargadas de comprensión
éstas como ningunas
anidan mi corazón
Estando en la lejanía
no importa ni el lugar
yo palpo tu cercanía
por cuanto llegas amar
Amigo de entre amigos
recibe mi gratitud
los ángeles son testigos
de tu altruísta actitud
Ofreces con tus sentidos
el bien saber escuchar
dejando que tus amigos
se vengan a tí apoyar
Pureza la de tu alma
refleja siempre tu faz
un lema usas con calma
Amor, perdón y paz.
Autora: MRosa
Gracias amiga
La gratitud es mia por tu noble descripción.
Hablar con dios
como dice El Corán que los pajaritos cuando están tomando agua, al elevar su piquito al cielo, están agradeciendo a Dios y están hablando con Él.
Esta pequeña acción de los pajaritos nos demuestra que cada cosa, cada ser vivo, cada humano en nuestras acciones, en nuestro caminar, hablamos con Dios todo el tiempo. Que no hagamos consciencia de ello es otra cosa, pero nuestra comunicación con Dios es primordial, necesaria y existe siempre.
Cada cosa que hacemos es para Dios, porque es para la felicidad, porque es para nosotros y nosotros somos Dios, somos parte de ese Dios y Dios está en nuestro corazón.
Cada palpitar de nuestro corazón, cada vez que lo oyes, su latir, ahí está ese lenguaje de y para Dios, cada palpitar es esa comunicación con Él que nos está dando la vida y nosotros con cada latir estamos dándole las gracias.
En el mismo momento en que tu sangre está circulando, estás hablando con Dios.
Vivir en Perdón
Pedir perdón es construir
Ramiro Pellitero
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En Navarra, cerrando por el sur la Cuenca de Pamplona, se encuentra el Monte del Perdón. Su nombre evoca la tradición de la “perdonanza”. Parece que allá se dirigían por Pascua vecinos pamploneses que querían, tras un camino penitente, obtener el perdón, o peregrinos del camino de Santiago que, por quizá por enfermedad, no podían llegar hasta el sepulcro del Apóstol y se detenían, para curarse del cuerpo y del alma, en una ermita y su hospital anejo. Es de suponer que unos y otros bajarían después más ligeramente, no sólo por el descenso, sino también por la liberación de la carga que llevaban en la subida. Buena cosa es pedir perdón, ante todo a Dios.
Ahora se han cumplido 25 años de la exhortación de Juan Pablo II sobre la “Reconciliación y la Penitencia” (2-XII-1984), que trató especialmente de la Confesión. Benedicto XVI ha aprovechado para subrayar la importancia de este sacramento en la vida cristiana. Decía Juan Pablo II que esta tarea se encuentra hoy con la pérdida del “sentido del pecado”. Y señalaba como causas de esa pérdida, en primer lugar, algunos elementos de la cultura actual: el secularismo (vivir como si Dios no existiera); una idea de la libertad sin responsabilidad personal; una ética relativista e historicista (no habría actos malos de por sí: todo depende de las circunstancias); una errónea identificación del pecado con un sentimiento morboso de culpa o con la simple transgresión de normas.
En segundo lugar, apuntaba ciertos factores en el ámbito eclesial, que también debilitan el sentido del pecado: la sustitución de actitudes exageradas del pasado por exageraciones de tipo opuesto (el rigorismo que podía oprimir las conciencias, ha sido sustituido por el laxismo: todo vale); la confusión doctrinal en los campos de la moral cristiana. A esto habría que añadir algunas deficiencias en la praxis de la confesión –que señaló en otras ocasiones–: sobre todo la reducción de las consecuencias del pecado sea al ámbito privado sea al ámbito comunitario; la deficiente disponibilidad de los sacerdotes para confesar; el acostumbramiento de quienes se confiesan con frecuencia pero quizá no valoran suficientemente la misericordia de Dios.
Observaba con pena el Papa polaco una desfiguración sentimental del concepto de arrepentimiento; la escasa tensión hacia una vida auténticamente cristiana; por otra parte, la mentalidad de que se puede obtener el perdón “directamente” de Dios excluyendo el sacramento (cosa que sólo es posible en circunstancias extremas de peligro de muerte y ausencia del sacerdote); las “absoluciones colectivas” sin confesión individual (sólo previstas en casos muy excepcionales donde, por peligro inminente de muerte, no habría tiempo de confesarse en el modo ordinario).
Y se planteaba cómo recuperar la praxis del sacramento de la confesión, dirigido a purificar el alma –principalmente de los pecados graves– con el fin de participar en la Eucaristía. Valoraba una adecuada pedagogía de la conversión, que se apoye en las enseñanzas bíblicas y en las ciencias humanas. Dios establece con los hombres un Misterio de Alianza amorosa que se concreta en el seguimiento de Cristo. Cada bautizado, por su parte –según su edad, condiciones y circunstancias–, está llamado a responder con generosidad a ese compromiso de amor. Se requiere la formación de la conciencia como voz de Dios en el alma; darse cuenta que el pecado es ofensa personal a Dios y a los demás (incluyendo los pecados que aparentemente no trascienden al exterior, como determinados pensamientos o deseos); comprender el sentido de las tentaciones y la necesidad del ayuno y la limosna. Sin olvidar la meditación acerca de los acontecimientos últimos (la muerte, el juicio y el diverso destino eterno).
Por su parte, Benedicto XVI ha recordado recientemente, al final de la audiencia general del 2 de Diciembre, a sacerdotes que se distinguieron por ser “apóstoles del confesonario”, incansables dispensadores de la misericordia divina. Ha recalcado que todos necesitamos la confesión, como “una invitación a confiar siempre en la bondad de Dios”.
Ya desde el principio de su pontificado calificaba a la confesión como “uno de los tesoros preciosos de la Iglesia, porque sólo en el perdón se realiza la verdadera renovación del mundo” (15-V-2005). En efecto, acudiendo al perdón de Dios se aprende también a pedir perdón a los demás y a perdonar; a encontrar la paz interior y promover la paz exterior. Condiciones, todas ellas, que permiten aportar un granito de arena en la construcción de un mundo mejor, sin escepticismos ni ingenuidades.
Claro que todo ello precisa reconocer la necesidad de perdón. “Reconocer la propia culpa es algo elemental para el hombre; el que ya no reconoce su culpa, está enfermo. Igualmente importante para él es la experiencia liberadora que implica el recibir el perdón”. Se trata de un “maravilloso acontecimiento de gracia”, un “renacimiento espiritual”. Y por eso el confesor –llamado a desempeñar el papel de padre, juez espiritual, maestro y educador– debe unir una buena sensibilidad espiritual y pastoral con una seria preparación teológica y moral; además de “conocer los ambientes sociales, culturales y profesionales de quienes se acercan al confesionario para poder ofrecer consejos adecuados y orientaciones tanto espirituales como prácticas” (19-II-2007).
En su homenaje a la Inmaculada, Benedicto XVI acaba de recordar que “cada quien contribuye a su vida y a su clima moral, para el bien o para el mal”. Ha dicho que no somos meramente “espectadores”, sino que “todos somos ‘actores’ y, tanto en el mal como en el bien, nuestro comportamiento tiene una influencia sobre los demás”. Tenemos, por tanto, la posibilidad de contribuir a la purificación del ambiente espiritual o a la contaminación del espíritu de los demás.
Y es que el pecado –sobre todo el pecado grave– es un daño a la justicia, una herida en la verdad de las cosas. Una “cuádruple fractura” –como señalaban los padres de la Iglesia– con Dios, con uno mismo, con los demás y con el mundo.
Alguien dijo que lo lógico sería, por eso, subir a la cumbre de la montaña más alta del mundo, y gritar con un potente altavoz: “¡Soy culpable!”, reconociendo la responsabilidad personal. (Quizá esto suene al hombre de hoy excesivamente radical, cuando muchos querrían borrar la palabra “culpa” de los diccionarios). En su delicada misericordia y comprensión, Dios le ahorra ese esfuerzo, pidiéndole que se confiese con un sacerdote, que, además, permanece con sus labios sellados para siempre, sin ninguna excepción. Hay que reconocer que Dios nos da mucho a cambio de poco. Y premia ese gesto creando una fiesta en el alma.
Perdonar es parecerse un poco a Dios. Es ser capaz de ver en el otro la mejor realidad que esconde, creer en la capacidad de transformación de los demás. Dice Jutta Burggraf que el perdón es la manera de recuperar –reparándolo– el pasado, y que, por eso, sólo en el perdón brota nueva vida. Y así es. El perdón es una purificación de la memoria que libera, engrandeciendo al que perdona y al perdonado. La cultura de la vida es también cultura del perdón.
Perdonar y pedir perdón es amar, y construir para uno mismo, para los demás, para el mundo. Es una parte importante de lo que proponía el Papa con su mirada puesta en María: “Responder al mal con el bien. Esto es lo que cambia la realidad; o mejor dicho, cambia a las personas, por consiguiente, mejora la sociedad”.
Ramiro Pellitero, Instituto Superior de Ciencias Religiosas, Universidad de Navarra
Ensanchar tu corazón con El Perdón
1 Reyes 3:12 he aquí, he hecho conforme a tus palabras. He aquí, te he dado un corazón sabio y entendido, de modo que no ha habido ninguno como tú antes de ti, ni se levantará ninguno como tú después de ti.
1 Reyes 4:20 Judá e Israel eran tan numerosos como la arena que está en abundancia a la orilla del mar; comían, bebían y se alegraban.
Salmos 119:32 Por el camino de tus mandamientos correré, porque tú ensancharás mi corazón.
Daniel 2:21 El es quien cambia los tiempos y las edades; quita reyes y pone reyes; da sabiduría a los sabios, y conocimiento a los entendidos.
La Fuerza del Amor y del Perdón http://www.sabiduriadelcorazon.org
Nuestro planeta está pasando por una de sus peores crisis en donde la falta de Amor y la inseguridad hacia nuestro futuro es algo que experimentamos día a día. De ahí la necesidad de luchar de corazón y de unir nuestras fuerzas como hermanos para revocar el daño causado a nuestro entorno y a nuestra humanidad.
Reparar la confianza en nosotros mismos y recuperar la Fe es una de las misiones de Sabiduría del Corazón, que a su vez es sólo el reflejo de Amor de aquellos seres que desde siempre han estado cerca de nosotros. Ellos están tratando de ayudarnos a encontrar nuestra verdadera esencia a través de señales claras enviadas a nuestro corazón. Y tan innegable es su presencia como su infinito Amor y sacrificio hacia nosotros.
Debemos saber que este sitio nos llevará hacia la verdadera magia, hacia nuestra real esencia, y que para este viaje únicamente necesitamos utilizar los sentimientos y dejar que la mente nos permita sentir y vivir lo que para muchos es una fantasía. Porque si la fantasía es todo lo bello y aquellas cosas que nutren el espíritu y ensalzan la Fe, entonces todo esto lo es...
La Sabiduría que existe dentro de cada uno se encuentra llena de cosas infinitamente maravillosas, además contiene una fuerza inmensa que nos ayudará a restaurar la Fe perdida en nosotros mismos y a entender el Amor. Al lograr que nuestra capacidad de amar sea cada vez mayor, podremos también comenzar un proceso de cambio hacia lo que nos rodea, lo cual se traducirá en un cambio para la misma humanidad.
Bienvenidos sean, pues, a este bello reconocimiento de nuestra Sabiduría en el cual comprenderemos el Amor y la fuerza que somos capaces de generar para lograr que nuestra humanidad reencuentre su verdadera esencia y el camino infinito del Amor. Sin duda esto nos llevará a salir de la crisis en donde estamos sumergidas las sociedades de este planeta, así como a lograr por fin abrir las puertas hacia el Universo Infinito…
Flora Rocha
Fundación Sabiduría del Corazón
Danos Dios un Corazón sabio y lleno de Perdón
Dios dio a Salomón sabiduría, gran discernimiento y amplitud de corazón como la arena que está a la orilla del mar.
La Nueva Biblia de los Hispanos (© 2005 Lockman)
Dios dio a Salomón sabiduría, gran discernimiento y amplitud de corazón como la arena que está a la orilla del mar.
Reina Valera (1909)
Y dió Dios á Salomón sabiduría, y prudencia muy grande, y anchura de corazón como la arena que está á la orilla del mar.
Sagradas Escrituras (1569)
Y dio Dios a Salomón sabiduría, y prudencia muy grande, y magnanimidad de corazón, como la arena que está a la orilla del mar.
SABER PERDONAR ES SABER VIVIR
SABER PERDONAR ES SABER VIVIR
Regina Reyna
Acumular sentimientos negativos como rencor, odio o rabia afectan considerablemente la salud pues, entre otras cosas, debilitan al sistema inmunológico. En muchos casos el primer paso para acabar con esas dañinas emociones es contemplar el perdón, así sea a quien nos haya causado el disgusto o frustración o a nosotros mismos, ¿cómo hacerlo?
"Vencer y perdonar, es vencer dos veces": Pedro Calderón de la Barca
Seguramente usted ha experimentado dolores de cabeza, espalda o estómago después de sufrir un gran enojo producto de una acción inesperada por parte de otra persona, así sea la pareja que olvidó el aniversario de bodas, el amigo que faltó a su lealtad, su hijo le mintió o bien, usted mismo por haber roto la dieta para bajar de peso.
Efectivamente, el estrés producido por los rencores acumulados ha sido motivo de estudio por investigadores médicos, quienes han resuelto que son la causa de disparar o agravar dolores como los señalados con anterioridad u otro tipo de problemas, como úlceras (rompimiento de la barrera cutánea, que usualmente se extiende a través de la dermis), arrugas y debilitamiento del sistema inmunológico (que nos defiende de infecciones), lo cual nos hace más susceptibles a resfriados y gripes.
Otros estudios asocian la tendencia a permanecer resentido y la incapacidad de perdonar con aumento del riesgo a morir de enfermedad cardiaca o de cáncer, tal como lo señala el doctor Carl Simonton, investigador estadounidense. A su vez, el psicólogo Robert Enright, de la Universidad de Wisconsin Madison (Estados Unidos), indica que "cuando estamos consumidos por el rencor puede aumentar la presión sanguínea y el ritmo cardíaco, los cuales disminuyen en los estados de paz, por ejemplo, cuando perdonamos."
Los científicos que hemos citado refieren igualmente que las personas que aceptan que en la vida hay malos entendidos y choques con los demás cuyos efectos se pueden neutralizar, son propensos a una vida más saludable. Visto de esta manera, queda claro que uno de los mejores motivos para perdonar es liberarnos de nocivas emociones, como ansiedad y estrés, causados por el rencor. Para hacer esto es preciso hacer algunos cambios en el tipo de pensamiento.
Vida en pareja
A lo largo de una vida compartida son inevitables situaciones tensas, distantes, pequeños o grandes enfrentamientos, diferentes criterios de actuación o modos de ser que hayan podido lastimar al otro. Para una vida familiar sana es necesario esforzarse, cueste lo que cueste, por que todas esos sucesos formen parte de la historia.
El punto de partida para arreglar una situación matrimonial difícil es tener la firme intención de digerir el pasado, aceptarlo y mirar hacia el futuro, apelando a la madurez, la cual es el resorte que nos impulsa a sobreponernos a los avatares difíciles e imprevistos.
No es fácil pensar en "borrón y cuenta nueva", pues ello involucra olvidar; no hay perdón verdadero si no se acompaña del deseo y del esfuerzo por borrar de la memoria. Se puede decir que se ha perdonado, pero si la imaginación revolotea sobre sucesos pasados dolorosos para lamentarse, o para alimentar rencor, la contingencia volverá con más fuerza a la primera discusión. De esa forma se irá forjando un carácter amargo, rencoroso, pesimista, alimentado sólo de recuerdos que dejaron huellas negativas, olvidando las cosas buenas.
El camino para el daño a uno mismo estará trazado, pues a lo anterior sucederá un comportamiento hipersensible, rayando en lo neurótico, obsesivamente crítico con los defectos del otro, repetitivo hasta el extremo de señalar malos tratos o mal comportamiento en el pasado.
Contra ello se debe luchar, con la intención de aprender a vivir el presente. La psicóloga Rosa Argentina Rivas Lacayo enfatiza que "no se puede funcionar en un mundo hecho en el pasado, pues genera complejos, tensión y es, en definitiva, una enfermedad."
La especialista acota que "debemos ser capaces de descubrir lo bueno de mi esposo o esposa. No al resentimiento ni a los recuerdos amargos. Es mal camino convertirse en una persona rencorosa. Hay que pensar en el futuro, y siempre con ilusión."
Perdón bien entendido
En realidad, perdonar no significa aceptar cualquier cosa que el otro haya hecho, como el maltrato, la violencia o la deshonestidad. No es humillarse, reprimir el enojo, hacer como si no pasara nada o perdonar porque sentimos lástima. El sentido común indica que tampoco es conveniente hacernos amigos de quien nos ha hecho daño y descuidar nuestra propia seguridad.
Para la psicoterapeuta estadounidense Robin Casarjian una clave para el trabajo con el perdón es ser amable con uno mismo. "Es importantísimo tomar nota de nuestros pensamientos y reacciones sin juzgarlos. Si aparecen temor, autocrítica o dudas, sea amable con usted. Estos sentimientos son parte natural del proceso de curación. En realidad, ser amable con uno mismo es un gran acto de perdón. Lo crea o no, en todo momento usted hizo lo que podía hacer dado el grado de amor o temor que sentía."
Al sufrir un delito, un problema sentimental o alguna frustración en la que uno se siente impotente, es común que se instale el resentimiento o el sentimiento de culpa. En estas instancias muchas veces se necesita perdonarse a sí mismo, porque uno tiende a culparse por lo que se podía haber hecho y no se hizo.
Tal vez, el acto de perdonar no se trate en realidad sólo de un hecho altruista orientado hacia los demás, sino que beneficia física y emocionalmente al que perdona, porque elimina los sentimientos negativos que pueden perjudicarlo.
¿Cómo hacerlo?
Por otra parte, perdonar requiere práctica, hay que tomar la decisión, tener el deseo, asumir el compromiso, repetirlo muchas veces para dominarlo e incorporarlo como natural. Si le cuesta trabajo perdonar, póngalo en práctica con alguien que no sea tan allegado a usted, en situaciones menos comprometidas que en el entorno familiar.
Los más beneficiados con el perdón somos nosotros. El resentimiento, o volver a sentir como en el pasado, es algo que nos afecta a nosotros mismos más que a los demás.
La Dra. Rivas Lacayo, autora del libro Saber perdonar, enfatiza que "el perdón es un proceso espiritual que nos lleva a la liberación de nuestra ira, coraje, odio, resentimiento y nos lleva a una vida de paz. El no perdonar nos puede provocar enfermedades biológicas, psicológicas y sociales, incluso espirituales, puesto que los enemigos para la salud son miedo, rencor, odio y sentimiento de inferioridad.
"Perdonar no es un regalo que le damos a otros, sino un presente que nos damos a nosotros mismos, y para poder llevarlo a cabo debemos empezar con nosotros mismos, que de no hacerlo siempre viviremos atados al pasado, y no podremos vivir el presente ni edificar el futuro. Somos personas dignas de amor, respeto y aceptación, debemos entender que tenemos el poder de la comprensión, perdón y reconciliación".
Finalmente, si usted está enojado por algo que ocurrió en el pasado, pregúntese para qué le sirve el enojo hoy en día. Cuando descubra que está enojado con algo o alguien piense ¿a quién o qué necesito perdonar?, llévelo a cabo y ello le hará sentirse más aliviado.
Deepak Chopra : Aprender el Perdón
“1. Escucha la sabiduría de tu cuerpo, que se expresa por señales de comodidad e incomodidad. Cuando elijas cierta conducta, pregunta a tu cuerpo que siente al respecto. Si tu cuerpo envía una señal de inquietud física o emocional, ten cuidado. Si tu cuerpo envía una señal de comodidad y anhelo, procede.
2. Vive en el presente, que es el único momento que tienes. Mantén tu atención en lo que existe aquí y ahora; busca la plenitud en todo momento. Acepta lo que viene a ti total y completamente para que puedas apreciarlo y aprender de ello; luego déjalo pasar. El presente es como debe ser. Refleja infinitas leyes de la Naturaleza que te han traído hasta este pensamiento exacto, esta reacción física precisa. Este momento es como es porque el Universo es como es. No luches contra el infinito esquema de las cosas; por el contrario, sé uno con él.
3. Dedica tiempo al silencio, a meditar, a acallar el diálogo interior. En momentos de silencio, cobra conciencia de que estás recontactándote con tu fuente de conciencia pura. Presta atención a tu vida interior para que puedas guiarte por tu intuición, antes que por interpretaciones impuestas desde fuera sobre lo que conviene o no te conviene.
4. Renuncia a tu necesidad de aprobación externa. Sólo tú eres el juez de tu valer; tu meta es descubrir el infinito valor de ti mismo, sin dar importancia a lo que piensen los demás. Al comprender esto se logra una gran libertad.
5. Cuando te descubras reaccionando con enojo u oposición ante cualquier persona o circunstancia, recuerda que sólo estás luchando contigo mismo. Presentar resistencia es la reacción de las defensas creadas por viejos sufrimientos. Cuando renuncies a ese enojo te curarás y cooperarás con el flujo del universo.
6. Recuerda que el mundo de allí fuera refleja tu realidad de aquí dentro. Las personas ante las cuales tu reacción es más fuerte, sea de amor u odio, son proyecciones de tu mundo interior . Lo que más odias es lo que más niegas en ti mismo. Lo que más amas es lo que más deseas dentro de ti. Usa el espejo de las relaciones para guiar tu evolución. El objetivo es un total conocimiento de uno mismo. Cuando lo consigas, lo que más desees estará automáticamente allí; lo que más te disgusta desaparecerá.
7. Libérate de la carga de los juicios. Al juzgar impones el bien y el mal a situaciones que simplemente son. Todo se puede entender y perdonar, pero cuando juzgas te apartas de la comprensión y anulas el proceso de aprender a amar. Al juzgar a otros reflejas tu falta de autoaceptación. Recuerda que cada persona a la que perdones aumenta tu amor a ti mismo.
8. No contamines tu cuerpo con toxinas, ya sea por la comida, la bebida o por emociones tóxicas. Tu cuerpo no es sólo un sistema de mantenimiento de la vida. Es el vehículo que te llevará en el viaje de tu evolución. La salud de cada célula contribuye directamente a tu estado de bienestar, porque cada célula es un punto de conciencia dentro del campo de la conciencia que eres tú.
9. Reemplaza la conducta que motiva el miedo por la conducta que motiva el amor. El miedo es un producto de la memoria, que mora en el pasado. Al recordar lo que nos hizo sufrir antes, dedicamos nuestras energías a asegurarnos de que el antiguo sufrimiento no se repita. Pero tratar de imponer el pasado al presente jamás acabará con la amenaza del sufrimiento. Eso sólo ocurre cuando encuentras la seguridad de tu propio ser, que es amor. Motivado por la verdad interior, puedes enfrentarte a cualquier amenaza, porque tu fuerza interior es invulnerable al miedo.
10. Comprende que el mundo físico es sólo el espejo de una inteligencia más profunda. La inteligencia es la organizadora invisible de toda la materia y toda la energía; como una parte de esta inteligencia reside en ti, participas del poder organizador del cosmos. Como estás inseparablemente vinculado con el todo, no puedes permitirte el contaminar el aire y el agua del planeta. Pero en un plano más profundo, no puedes permitirte el vivir con una mente tóxica, porque cada pensamiento crea una impresión en el campo total de la inteligencia. Vivir en equilibrio y pureza es el más elevado bien para ti y para la Tierra.”
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Deepak Chopra (Nueva Delhi, 1947, médico y escritor, Premio Ig* Nobel de Física/1988)
Perdonar hasta 70 Veces Siete
Entonces Pedro se acercó con esta pregunta: “Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas de mi hermano? ¿Hasta siete veces?” Jesús le contestó: “No te digo siete, sino setenta y siete ves”.“Aprendan algo sobre el Reino de los Cielos. Un rey había decidido arreglar cuantas con sus empleados y, para empezar, le trajeron a uno que le debía diez mil monedas de oro. Como el hombre no tenía con qué pagar, el rey ordenó que fuera vendido como esclavo, junto con su mujer, sus hijos y todo cuanto poseía, para así recobrar algo. El empleado, pues, se arrojó a los pies del rey, suplicándole: “Dame un poco de tiempo, y yo te lo pagare todo.” El rey se compadeció y lo dejó libre; más todavía, le perdonó la deuda.Pero apenas salió el empleado de la presencia del rey, se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien monedas. Lo agarró del cuello y casi lo ahogaba, gritándole: “Págame lo que me debes.” El compañero se echó a sus pies y le rogaba: “Dame un poco de tiempo, y yo te lo pagaré todo.” Pero el otro no aceptó, sino que lo mandó a la cárcel hasta que le pagara toda la deuda.Los compañeros, testigos de esta escena, quedaron muy molestos y fueron a contárselo todo a su señor. Entonces el señor lo hizo llamar y le dijo: “Siervo miserable, yo te perdoné toda la deuda cuando me lo suplicaste. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero como yo tuve compasión de ti?” Y tanto se enojó el señor, que lo puso en manos de los verdugos hasta que pagara toda la deuda.
Y Jesús añadió: “Lo mismo hará mi Padre Celestial con ustedes, a no ser que cada uno perdone de corazón a su hermano.”
Homilía
Todos hemos ofendido a alguien alguna vez en el camino de nuestra vida. Todos hemos sido ofendidos por alguien en nuestro caminar diario. Parece que esto va impreso en la condición humana. Nuestro hombre viejo convive muchas veces cómodamente con el hombre nuevo.
El tema de este Evangelio es el del perdón vivido desde la misericordia. Las personas podemos perdonar por muchos motivos: por resignación, para evitar mayores enfrentamientos, por presiones de otras personas… El perdón al que nos invita Jesús es el perdón desde la misericordia.
Pedro había entendido que hay que perdonar al que te ofende, que no hay que guardarle rencor ni pensar siquiera en vengarse de él, sino olvidar la injuria y volver a tratarle como amigo. Cree que es generoso al proponerle al Señor el número de veces que hay que perdonar al reincidente, le pregunta si siete veces son suficientes. Para los rabinos de la época tres era el número de veces que había que perdonar, la cuarta vez que te ofendiera la misma persona no estabas en el deber de perdonarle.
Cuando Pedro habla de siete veces está cogiendo el número de la perfección espiritual. Jesús le contesta hasta setenta veces siete; lo que quiere decir es que hay que perdonar siempre que el ofensor esté en disposición de ser perdonado.
Hay en las palabras del Señor una razón bastante explícita: no hay que llevar cuenta de las veces que hemos perdonado, si Dios llevase cuenta de las veces que nos ha perdonado, estaríamos perdidos. Hay que olvidar las veces que nos han ofendido y las veces que hemos perdonado.
Ante el perdón las personas se sitúan de distinta forma:
Hay unos que dicen: perdono pero no olvido. Esto lógicamente no es perdón humano y mucho menos cristiano. El recuerdo es fruto del pasado, la ofensa también y el dolor que te produce la ofensa lo revives una y otra vez mientras lo recuerdes. Tantas veces la Palabra de Dios nos habla de recordar las cosas grandes que Dios ha hecho por nosotros, pero nunca te habla de recordar la ofensa ni el dolor que ésta produce.
Otros afirman: yo le perdono, pero conmigo que no vuelva a hablar más… En realidad no es perdón, es una venganza que le retira el corazón y la palabra a quien te ofendió.
Alguno me dirá que esto del perdón podría valer en aquella época, pero que en esta con tanta y tanta violencia y terrorismo, con tantos asesinatos e injusticias más valdría volver al ojo por ojo y diente por diente…
Jesús nos anima a adquirir el hábito del perdón tal y como Dios hace con nosotros. El Señor vino a darle corazón al perdón humano, desde ahí, desde el corazón es desde donde debemos entender esta parábola que hoy escuchamos.
* ¿Perdonas con misericordia a los que te han ofendido?
* ¿Te sabes perdonar a ti mismo?
* Si Dios te perdona constantemente ¿Por qué no te perdonas tú a ti mismo?
Para el perdón cristiano es muy importante tener conciencia de sentirse perdonado por Dios. Sólo en referencia a Dios encontramos sentido al perdón ante las dolorosas ofensas.
La enseñanza es bastante clara: sólo quien perdona a sus prójimos puede esperar el perdón de Dios. El que no está dispuesto a perdonar, demuestra que no tiene un corazón regenerado.
Cada pecado que cometemos es una deuda que contraemos con Dios. Todo pecador es un deudor insolvente.
La falta de compasión con los más débiles es un pecado, es una maldad tal y como nos lo recuerda el Evangelio de hoy.
El resumen de esta Escritura es claro: Debemos de perdonar de corazón. Dios mira el corazón; es ahí donde se fragua el pecado, es también en el corazón donde debe fraguarse el perdón.
Perdona nuestras deudas así como nosotros perdonamos nuestro deudores
“…Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores…”
Creo que no hay un solo cristiano que no conozca El Padre nuestro que Jesús nos enseñó como modelo para orarle al Padre, oración en la que le pedimos que “…perdone nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden…” y yo me pregunto si realmente tenemos conciencia de lo que estamos pidiendo, ¿estamos realmente reconociendo que nuestra necesidad de ser perdonados está directamente relacionada con nuestra capacidad de perdonar?
Dar y recibir. Para algunos es fácil recibir pero les cuesta dar por egoísmo, a otros les resulta fácil dar pero por orgullo les resulta difícil recibir y hay quienes les resulta difícil dar y recibir y sea cual sea la razón, todos estamos necesitados de recibir y dar perdón. Cuando con humildad, reconocemos que somos pecadores y que necesitamos inminentemente del perdón de Dios y damos el paso de fe creyendo y aceptando que solamente a través de Jesucristo tendremos remisión de pecados, entonces seremos libres, libres para amar y libres para perdonar.
Juan 8:36 “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”
Cuando reconocemos que tenemos necesidad de compasión y misericordia por nuestras faltas y ofensas y recibimos el amor de Dios, es entonces cuando conocemos la profundidad del significado del perdón y nos preguntamos ¿qué derecho tengo yo para no perdonar al que me ha ofendido? ¿Qué me diferencia de los demás? ¿Acaso no he herido y lastimado yo también a los que me rodean? En la parábola del siervo malvado de Mateo 18:23 al 35, Jesús nos enseña que debemos tratar a los demás con la misma misericordia que El nos ha tratado. En Efesios 4:31 y 32 dice que nos quitemos toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia que seamos benignos unos con otros, misericordiosos perdonándonos unos a otros como Dios nos perdonó a nosotros en Cristo.
Mientras permitamos que emociones como el odio, o el enojo nos dominen, o el rencor y la amargura cos corroan el alma, estaremos privados de la verdadera libertad y nuestra comunión con Dios estará debilitada, pero si por el contrario en lugar de seguir asumiendo el papel de víctimas o justificando nuestras actitudes, nos postramos con humildad delante de Dios, le pedimos misericordia y perdón y que nos de fuerzas, amor y misericordia para perdonar a quienes me han ofendido; entonces, todas esas cadenas de culpa, amargura, rencor y odio se romperán y seremos verdaderamente libres.
Cuando me siento ofendida o lastimada por alguien, yo sé que lo que Dios espera de mí es que perdone, y también sé, que soy yo quien toma la decisión de perdonar y desde hace mucho tiempo he adquirido el hábito de perdonar a diario (“hasta setenta veces siete” me recuerdo a mi misma), apropiándome de lo que dice Efesios 4:26 y 27 “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo”. Yo sé que sola no puedo y que necesito que Dios me impregne de su amor, misericordia y espíritu de perdón para poder lograrlo, pues definitivamente no me interesa guardar ni por una noche ningún enojo que con el tiempo se convierta en rencor y luego en amargura, ni mucho menos me interesa abrirle ninguna puerta al diablo a través de ningún enojo y perder la preciosa libertad que me ha dado el poder perdonar y ser perdonada.
El Hábito del Perdón
Tienes que tomar el hábito de perdonarle sus fallas diariamente. Y de tapar sus desventajas con amor verdadero. El necesita estar seguro de que tú le has perdonado sus errores y esto lo impulsará a mejorar su vida para ti.
Has del perdón un habito de tu diario vivir!
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