Humildad Jacobo

Busquemos la Verdad

lunes, 24 de septiembre de 2012

La autocrítica es una práctica sana


La autocrítica es una práctica sana, que consiste en ser consciente de los propios fallos o defectos, asumirlos y proponerse corregirlos o atenuarlos en la medida de lo posible.
Se trata de una autoevaluación, gracias a la cual aprendemos y vamos ajustando nuestro comportamiento y mejorando aquello que es susceptible de mejora. Está ligada a la superación personal.
La autocrítica es una cualidad necesaria para relacionarnos con los demás; necesaria, pero en su justa medida.
Un nivel bajo o nulo de autocrítica perjudica nuestras relaciones con otros, ya que nos verán como a una persona que difícilmente asumirá sus errores y hará responsables a los demás de sus propios fallos. Además, hará que estemos “ciegos” ante nuestras propias carencias, con lo que dejaremos de aprovechar todo nuestro potencial para aprender y mejorar ciertos aspectos de nuestra vida.
Prescindir de la autocrítica es una precaria e inmadura opción que trata de preservar la autoestima. Y es que la autocrítica suele guardar una relación inversa con el aprecio que sentimos hacia nosotros mismos.
Una baja capacidad de autocrítica no significa que se posea una alta autoestima. La autoestima puede ser baja y continuar así, aunque uno evite tomar conciencia de sus errores o defectos para subsanarlos.
Sin embargo una excesiva autocrítica sí se corresponde con una baja autoestimaen muchos casos. La razón es que la persona tiende a responsabilizarse de todo lo que tiene la oportunidad y a culparse por su mal funcionamiento.
¡Ojo! Estamos hablando del exceso. La opción más saludable es compatibilizar la autocrítica con una autoestima fuerte y, para esto, es necesaria la moderación.

¿Cómo sacar partido a la autocrítica preservando la autoestima intacta?

Hay una serie de actitudes sanas con las que podemos evaluar nuestro comportamiento de una manera provechosa, sin necesidad de sentirnos mal con nosotros mismos. Entre ellas, podemos apuntar las siguientes:
  • Tener el propósito de no herirse a sí mismo (ni a los demás).
  • Asumir los errores como lo que son: algo natural.
  • Conversar con uno mismo para aclarar la situación de la manera más objetiva posible, despojándose de pensamientos negativos. Si hemos obrado de forma incorrecta, lo subsanamos si se puede, prescindiendo de la auto-flagelación y el auto-castigo. Nadie es perfecto.
  • Cuidado con el lenguaje. Hacer algo mal o encadenar una serie de catastróficos fallos no es motivo para decir ni pensar: “Soy un desastre.
Conclusión: La autocrítica es un signo de madurez, que facilita el aprendizaje continuo y las relaciones con los demás. En exceso, como tantas otras cualidades, no es positiva. Todo está en encontrar la óptima medida.

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