sábado, 1 de enero de 2011
El estudio de la Enfermedad de la Mente: Psicoanálisis
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Una Historia del Psicoanálisis en la Argentina (*)
por el Dr.Samuel Arbiser
El peculiar desarrollo, en extensión y profundidad del psicoanálisis y su práctica en la Argentina ha suscitado el interés y la curiosidad en los más diversos ámbitos. En estos medios se ha instalado la pregunta acerca de los determinantes de este fenómeno expansivo de una disciplina de vanguardia y de una práctica tan sofisticada en este lugar periférico del planeta. De todos modos, no se pretende con este artículo responder a tales interrogantes que entrañan una complejidad digna de un abordaje por parte de disciplinas especializadas. Se trata -más bien- de brindar una crónica testimonial que no puede ser más que personal y que, incidentalmente podría contribuir en forma modesta a responder la pregunta.
Respecto del origen de su población y su raigambre cultural, la Argentina, en especial su capital, Buenos Aires, es bastante atípica con relación a los demás países de Latinoamérica y la mayor parte de su propio territorio interior. Su población proviene en gran medida de la inmigración europea y, como resultado de las luchas por la organización del Estado se impuso en el país, desde la segunda mitad del siglo XIX, la corriente "porteña" ligada a los ideales de progreso y los valores culturales europeos y así, durante esa época las clases dirigentes que gobernaban la nación estaban imbuidas por esas posturas liberales y progresistas. Baste recordar que desde los años 80 regía la ley de enseñanza universal, laica y obligatoria. Además, los aciertos geopolíticos estratégicos y las condiciones coyunturales favorables permitieron al país, desde las últimas décadas del mencionado siglo XIX hasta la crisis económica mundial del año 1930, gozar de una envidiable prosperidad. La calificación de país periférico, por consiguiente, cabe más a partir de la decadencia paulatina que se operó a partir de dicha crisis, que no afectó en la misma intensidad a todas las áreas. Gran parte de la vitalidad educativa y cultural pudo mantenerse a salvo. Buenos Aires, se convertiría así, en un polo de atracción para la implantación de las ideas de vanguardia que se desarrollaban en el continente europeo. Entre éstas el psicoanálisis, en tanto implica una discontinuidad doctrinaria y metodológica respecto de la psiquiatría tradicional. El desarrollo del psicoanálisis requiere para su desarrollo un clima intelectual algo más sofisticado distante de las necesidades humanas perentorias.
Con fines expositivos se enumeran varios períodos sucesivos:
Período preinstitucional. Desde 1922, circulaba en Buenos Aires la traducción al español de López Ballesteros de las Obras Completas de S. Freud. De este modo nuestros ávidos intelectuales, profesionales y diletantes contaban con un tema apasionante para debatir. A favor o en contra pueden recordarse los nombres de José Ingenieros, Aníbal Ponce, Nerio Rojas, Belbey, Gregorio Bermann entre muchos más. En el diario personal de Freud consta la visita a Viena de dos eminentes psiquiatras argentinos: los mencionados Nerio Rojas y G. Bermann, en forma separada, en febrero de 1929. De todos modos, fuera de algunos casos aislados, no hay constancia de la pregnancia del pensamiento freudiano en la teorización y en la práctica psiquiátrica, que en esos tiempos estaba preponderantemente influenciada por la psiquiatría clásica alemana y francesa. Ninguno de los nombrados de esa elite psiquiátrica se incorporará al psicoanálisis institucional del período siguiente y más aun, algunos fueron aguerridos militantes contra el psicoanálisis.
Período pionero. Primera en toda Latinoamérica, en 1942 nace la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), y recién con ella se inicia el psicoanálisis institucional en la Argentina. Esa fecha indica el momento del reconocimiento de la filial local por la Asociación Psicoanalítica Internacional (API), fundada por el propio Freud en 1908. El entusiasta grupo local estaba constituido por Arnaldo Rascovsky, Enrique Pichon Rivière y Ferrari Hardoy, a los que se asociaron dos analistas formados en Europa, el argentino Celes Cárcamo que venía con las debidas calificaciones de París y el español Angel Garma egresado del Instituto Psicoanalítico de Berlín. Pronto se agregaron a este grupo Lucio Rascovsky, Marie Glas de Langer, Luisa Alvarez de Toledo y Heinrich Racker. En contraste con el período precedente en que el esfuerzo de aplicación de las ideas freudianas era aislado e inorgánico, se instala en la sociedad una prestación clínica encausada en los preceptos teóricos, técnicos y éticos acordes a los que regían en los demás centros psicoanalíticos mundiales.
Período de consolidación. El período abarca en forma aproximada la extensión de la década de los años 60. El retorno a la democracia a partir de 1958, desafortunadamente precaria y transitoria, en simultaneidad con uno de los momentos más brillantes de la historia contemporánea de la Universidad de Buenos Aires, brindó un marco favorable a la emergencia de una segunda generación de psicoanalistas. Surgen en esta época los nombres e ideas, que en alguna medida definirían la identidad de una eventual Escuela Argentina, si cabe tal pretensión. De todos modos es indiscutible que se asiste al nacimiento de una obra original que en las décadas siguientes conformaron lo medular e idiosincrático del pensamiento psicoanalítico local. Así a los nombres y contribuciones del período pionero, comienzan a trascender, local e internacionalmente, los nombres de León y Rebeca Grinberg, Willy y Madelaine Baranger, Jorge Mom, Jorge García Badaracco, Mauricio Abadi, Edgardo Rolla, Fidias Cesio, José Bleger, David Liberman, Joel Zac, Horacio Etchegoyen, Carlos Mario Aslán, Ricardo Avenburg, y seguramente muchos más, dado que no he realizado una enumeración exhaustiva.
En este período de consolidación, la responsabilidad de formación "oficial" psicoanalítica, es decir el entrenamiento formativo y el respaldo para el ejercicio profesional, seguía en manos del Instituto de Formación de la APA, aunque hacen sus primeras apariciones las primeras escuelas extra-API de psicoanálisis, que miembros de la propia institución fundan respondiendo al desfasaje entre una desbordante demanda y las políticas restrictivas de la Asociación.
Otro acontecimiento singular de este período lo constituye el ingreso del psicoanálisis a los servicios de los hospitales generales, disputando el terreno a la psiquiatría organicista clásica heredada de la tradicional psiquiatría francesa y alemana. El nombre de Mauricio Goldenberg, un maestro de la psiquiatría dinámica, es el emblema de esta movida de significativas consecuencias teóricas y sociales: por una parte se establecen los puentes entre esta especialidad médica y el psicoanálisis y, por la otra se expande la atención psicoanalítica a amplios contingentes sociales. Esto también debe ser computado para explicar las razones de la expansión del psicoanálisis en nuestro país.
En esta misma onda expansiva, también en esta década, se crea la Facultad de Psicología en Buenos Aires con una programación curricular con una marcada preponderancia psicoanalítica. Esta preponderancia llevó a que, en forma masiva los estudiantes de esta carrera se volcaran, ya graduados, a la actividad clínica psicoanalítica. Todos estos movimientos expansivos, por una parte introducían en la sociedad el interés por el psicoanálisis, tanto en su sentido terapéutico, como en el sentido de fomentar una cultura psicoanalítica en amplias capas de la sociedad. Pero, importantes sectores interesados en una formación institucional sistemática se vieron frustrados de ingresar a tal formación por la política restrictiva de la APA y por la legislación que impedía a los psicólogos el ejercicio clínico. Este pudo ser uno de los factores - entre muchos otros - que puede explicar el convulsionado periodo siguiente.
La crisis de los 70. Con la década del 70 se inicia un período de altísima tensión en el país y en el campo psicoanalítico que nos ocupa. El mundo entero, además, se sacude con el vértigo de cambios ideológicos y políticos. Baste recordar la admiración y el prestigio que en el mundo intelectual gozaba la Revolución Castrista cubana, el Mayo francés de 1968 y su pregnancia en el cono sur de una América Latina crónicamente afectada por la inestabilidad política y económica. El psicoanálisis no podía sustraerse a estas circunstancias en que las posturas pasionales sofocaban todo pensamiento mesurado. Eran tiempos de acción y las actitudes contestatarias confrontaban con el supuesto establishment "reaccionario", realimentándose en forma recíproca. Figuras de primera magnitud desertaron de la APA en esta confusa coyuntura. Se albergaron preponderantemente en los movimientos Documento y Plataforma. Ambos de declarada adhesión marxista, aunque el primero de aspiraciones más autóctonas y el segundo formando parte de una postura internacionalista nacida luego del Congreso de Viena de 1971. La temática acerca del compromiso social y político de los psicoanalistas era motivo de intensos debates así como las discusiones sobre el "poder" y la "autoridad", que en el fragor de las pasiones pasaron a ser estigmatizados. Se acusaba a los psicoanalistas del pretendido establishment de querer "adaptar" mansamente a los pacientes a las "injusticias" distributivas del capitalismo. De este modo, el psicoanálisis empezó a ser acosado desde adentro de la institución psicoanalítica y desde afuera. Afuera otras psicoterapias alternativas disputaban el todavía -en ese entonces- "exuberante mercado" de pacientes que crecía al ritmo de un vértigo "consumista" fogoneado por la inflación en el plano económico y el creciente malestar social e individual en el campo humano. Por dentro las posiciones antagónicas entre los psicoanalistas acerca de las distintas concepciones del psicoanálisis y de políticas de entrenamiento se fueron acentuando hasta culminar en el cisma que dividió la APA y dio lugar al nacimiento de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (ApdeBA) en 1977.
En este escenario se van a introducir las ideas de Lacan; ideas que van a convocar a legiones de partidarios, no sólo por el valor intrínseco de algunas de sus concepciones, sino por el sesgo anti-institucional que encarnaba, acorde con el momento contestatario ambiental y la imposibilidad de muchos psicólogos de integrarse en las instituciones oficiales. La dificultad de la lectura de sus textos obligaba a la creación de una jerarquía de exegetas que pronto proliferarían en una multiplicación de sub-escuelas y en la disputa de espacios en los hospitales, universidades y los medios de prensa.
Momento actual. Podríamos situar arbitrariamente este período a partir de los años iniciales de la década del 80, con el retorno de la democracia. En el país funcionan seis instituciones psicoanalíticas de la API. Tres en Buenos Aires y las otras en ciudades del interior del país. Por consiguiente, y en contraste con los períodos previos, el psicoanálisis en los últimos años debe luchar denodadamente para diferenciarse y evitar diluirse dentro de un complejo e intrincado "Mundo Psi". A los casi 2000 analistas de la API se le sumaron varias decenas de miles que conforman ese heterogéneo "Mundo Psi ".
El monopolio en la formación de psicoanalistas, que ostentaban las instituciones psicoanalíticas oficiales durante el primer y segundo período declinó sensiblemente a favor de la proliferación de numerosos centros de enseñanza extra-API. Por otra parte el ritmo de la demanda de análisis, que parecía inagotable en años anteriores, fue mermando en forma alarmante a partir de los años 90.
Sin embargo, todos estos rasgos, que configuran una inocultable crisis de la práctica psicoanalítica de nuestros días, contrastan con una actitud laboriosa y fecunda por parte de la mayoría de los psicoanalistas. La producción y la creatividad en el campo de las ideas, sin bien por una parte muestra una poco disimulada disputa por el magro mercado de espacios y pacientes, por la otra revela una indeclinable vitalidad del psicoanálisis. Se configura entonces un mosaico de paradigmas teóricos y posturas técnicas bastante abigarrado y fragmentado. Varios grupos psicoanalíticos se atrincheran e identifican con los lideres referentes de cada recorte teórico cohesionándose más por interés sectorial que por el valor de las ideas. Pero también debe entenderse como una etapa de cambios que tendrán que culminar en nuevas síntesis y nuevas crisis como toda actividad científica inacabada y por eso mismo llena de vitalidad.
(*)Síntesis del artículo presentado en Versalles en Julio de 2000, titulado "Psicoanálisis en la Argentina"
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