“Revestíos todos de humildad en vuestras mutuas relaciones, pues Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes” (1Ped 5-5)
Este es uno de los temas del cual siempre me ha costado mucho escribir, no he creído conveniente hacerlo sin antes saber y sentir si existe esta virtud en mí, espero que al hacerlo, me ayude a reflexionar un poco mas sobre la humildad, porque creo finalmente que aún me falta para tener este privilegio.
Aún conociendo de la misericordia de Dios, un punto difícil ha sido el sentirme capaz de humillarme ante Dios y hablarle a El de todos mis errores, siempre al hacerlo, busque justificarme, como queriendo decir, no fue mi culpa o no tuve la intención de hacerlo. Pero es una ingenuidad, a Dios, no se le puede engañar. Sin embargo reconozco que es mucho más sencillo, confesarse a solas con Dios, que arrodillarse frente a un sacerdote humillándose al máximo y hacer una confesión de todas mis faltas y errores, en especial, si el confesor es un sacerdote conocido, ya que le doy más importancia a lo que el pueda pensar de mí y perder su consideración. Ese si que es un error grandísimo, porque al hacer una mala confesión, pierdo mi consideración a Dios.
Hay muchas fuentes que alimentan la inspiración y la comprensión de temas que parecen sencillos, pero que al profundizar descubrimos que son muy complejos. Dios, es una gran fuente de inspiración, como toda la Obra de Cristo. También ayudan a descubrirnos, los ejemplos de los santos, como nuestra primera gran santa, la Virgen Maria. En otra escala, pero con muchos meritos, están los testimonios de los santos, algunos canonizados por la Iglesia, otros no, pero igual de ejemplares. San Pablo, trabajador incansable por Cristo, es un gran inspirador, Santa Teresa de Jesus, maestra de oración, es otra gran inspiradora, en especial en un tema como este, en el cual debemos abandonar la soberbia y reconocernos absolutamente dependiente de Dios y su buena relación con EL.
1. LAS DIFICULTADES PARA SER HUMILDES
¿Pero porque cuesta tanto ser humilde? ¿Por qué nos cuesta tanto dejar de pensar en que perderemos el orgullo? “Maldito orgullo que vive en nosotros”, culpable de tantos resentimientos, y fuente de violación de mis obligaciones con Dios.
Siempre estamos deseando que nos traten mejor de lo que nos merecemos, queremos que nos miren como personas exitosas, buscamos que los sacerdotes nos miren como hombres santos y nos arrodillamos contritos en el templo no para Dios, sino para que otros nos vean.
Cuanta ira nace en nosotros cuando pensamos que nos han violado el derecho de ocupar cierto sitio y como nos frustra cuando no se cumplen nuestros propósitos de ser visto como personas ideales para todo.
“Maldito orgullo que vive en nosotros”, por que nos deja sin amor a nuestros hermanos y nos hace ser indiferentes, débiles, fascinados por criticar a otros para que los vean menos responsables que nosotros.
“Maldito orgullo que vive en nosotros”, por que nos motiva a atacar a otros por sus ideas, solo para que piensen que las nuestras son mejores, porque nos amarga que sea más, mejores y que no tomen en cuenta las nuestras.
“Maldito orgullo que vive en nosotros”, porque es la raíz que entrega su sabia para alimentarnos del hambre de gloria y de la incansable búsqueda de reconocimientos para nosotros, y que nos tortura cuando nuestra opinión no ha sido considerada de valor.
2. UN CORAZÓN LIBRE DE AMBICIÓN
Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos. (Mt18, 4).
¿Porque ser como un niño y hacerse pequeño? El niño es un ser débil y humilde, que no posee nada, no tiene ambición, no conoce la envidia, no busca puesto privilegiados, no tiene nada que decir en la codicia de los adultos, el niño tiene conocimiento de su pequeñez y su debilidad. Es así como nos hace saber Jesús, que el más humilde será el más grande ante el Padre.
“Bendito las almas de niños”, porque sus corazones están libres de ambición.
El niño al igual que el pobre recibe con alegría lo que se le entrega cuando su necesidad depende de los demás. Ese es el sentido de ese “hacerse como los niños”, hacerse humilde y sencillo de corazón, empequeñecido en la sociedad respecto a los puestos de jerarquía, esa es condición de Jesús para seguirlo, “El que no renuncie a si mismo, no puede ser mi discípulo”
Canta el salmo 51, 19 “mi sacrificio es un espíritu arrepentido, tú no desprecias el corazón contrito y humillado.
3. ALGUNOS MITOS QUE DEBEN ELIMINARSE
Ciertamente, si Dios valoriza enormemente la humildad, es porque es algo bueno, y no significa ser humilde no tener auto estima, o no tener ideas de superación, o no amarse a si mismo. Al contrario, la humildad da mucha fuerza, en especial porque ella abre las puertas que Dios nos tiene para vivir en el Reino. “Soy manso y humilde de corazón”, nos ha dicho el Señor.
“Saca todo afuera para que te rellenes de humildad”, me aconsejo en una ocasión mi papa siendo yo muy joven y pasando instantes de soberbia. ¿Y que se debe echar afuera?, la idea de que uno es mártir de las circunstancias, tener demasiados sentimientos de culpas, vivir buscando las simpatías de los demás, andar pretendiendo ser líder de todo, querer estar en todo para que otros piensen de ti como un gran colaborador. Hay una especie de soberbia en querer nosotros subir más alto, pues demasiado hace Dios permitiendo que nos acerquemos a él, siendo lo que somos (Santa Teresa de Jesus, V 12, 4; CN 2).
Pero hay muchos otros mitos que debemos eliminar, ser humilde no es vivir en el pesimismo, tampoco es auto criticarse. En efecto, malo es andar comentando nuestros errores, porque puede ser que lo que busquemos es que otros nos complazcan diciendo que no es para tanto y así se alimente nuestro orgullo. Porque el orgullo y acompañado de soberbia y autosuficiencia es contraria la humildad.
Tampoco es humilde el que se asolapa en una vida callada, porque estamos hechos para una vida en comunidad, y vivir en silencio por estos motivos, puede encubrir una forma de esconderse y de apartarse para que no te revelen quien eres. Alejarse de sus hermanos, es pensar que no somos iguales en comunicarnos y debemos vivir en comunión.
No somos humildes si buscamos justificarnos, ni menos si no somos capaces de sentir culpa de nuestras equivocaciones. Peor es si buscamos hacer ver que son otros los equivocados, todo esto para buscar un mejor trato para nosotros.
El decir, nadie me quiere o porque no se ponen en mi lugar, esta muy lejos de ser humilde y demuestra el orgullo de no buscar saber que hay dentro de mí que me hace sentir así.
Si somos humildes, sentimos necesidad de que nos ayuden y nos aconsejen para bien, y la falsa humildad es creer que no necesitamos los consejos de alguien, y peor es no saber reconocer cuando alguien es razonable en sus actos y palabras y mas dramático es no aceptar la verdad de una persona a la cual creemos que es menos preparada que nosotros.
Es falta de humildad negarse a trabajar en comunidad, con la fuerza de un equipo, porque estamos frente a un obligado reconocimiento de que hay otros con mejores ideas que las nuestras. La humildad es andar en la verdad (Santa Teresa de Jesus, VI M 10, 8).
Es falsa humildad no ser responsable de tomar decisiones en especial cuando se debe actuar en defensa de los preceptos de Dios. En efecto, eso es miedo a luchar contra las consecuencias que pueden repercutir. Por tanto no deja de ser humilde el que responde a su convicción. Y muestra grandeza el que sin dejar de lado su valor, es capaz de enfrentar situaciones de esa naturaleza con paciencia, con mucho amor, y confiado de que ha cuidado de obedecer a Dios. “Hermanos, si alguien es sorprendido en alguna falta, ustedes, los que están animados por el Espíritu, corríjanlo con dulzura. Piensa que también tú puedes ser tentado”. (Gal. 6:1)
No somos superiores a otros, y sentirlo porque estamos en un nivel mas alto por la posición que estamos ocupando, es contrario a la humildad. Si nos han nombrado en un puesto de autoridad, es la oportunidad que nos ha dado Dios para ejercer ese cargo con sabiduría, y para que demostremos que tenemos capacidad de amarnos unos a los otros y que estamos en ese cargo ayudando al bien de las personas y no el nuestro. Y es falta de humildad, si en nosotros hay resentimientos porque por estar en un cargo de autoridad, no sentimos que otros nos consideran y nos respetan como pensamos y como creemos merecer...
El sentirse fracasado en una de las peores falsas humildades y lo que mas cuesta, es darse cuenta que estos fracasos son una lección que nos da Dios para mejor y ser mejor. Muchas veces permite el Señor una caída para que el alma quede más humilde (Santa Teresa de Jesus, Cta 400, 5).
Nuestra vida esta expuesta a tener fracaso, pero también para tener éxitos, el primero nos trae pánico por el temor a sentirnos humillados, y el segundo, se transforma en una obsesión: Que ninguno de los dos sea una barrera para ser buenos hijos de Dios, obediente a sus preceptos, y amantes de servir, como el que se hizo servidor de nosotros.
4. PORQUE Y PARA QUE SER HUMILDE
Y como todo este edificio va fundamentado en humildad, cuanto más nos vamos acercando a Dios mayor ha de ser esta virtud y si no, todo se viene abajo (Santa Teresa de Jesus 12, 5; CN 2).
Nos es difícil dar una respuesta al título de este punto si reconocemos que vivimos para Dios. La humildad tiene una gran importancia en nuestra relación con Dios y con todos los hombres, el cristiano esta llamado a ser un eterno buscador de esta virtud y vivir con ella todos los días de su vida temporal.
Para conocer a Cristo, se debe tener un corazón humilde. Cristo salva a los humilde, que se acercan con humillación, “Y colocándose detrás de Jesús, se puso a llorar a sus pies, luego comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume” (Lc 7, 36-50), La pecadora debe haber clavado su mirada en Jesús, implorando su misericordia, reconociendo sus pecados, confiada totalmente en Jesús, y a esa mirada, Jesús responde con la suya, que esta llena de compasión y comprensión, respondiendo "Tus pecados te son perdonados". En efecto, si somos capaces de reconocer con humildad que somos pecadores y que tenemos necesidad de perdón, podremos acercarnos a Cristo y conocerlo más.
Si no somos humildes, tampoco podemos ser sumisos, y para someternos a Dios la sumisión a El es necesaria. La humildad es la ayuda necesaria que alimenta la confianza en Dios, no habrá confianza en EL, si confiamos más en nuestro orgullo. El Señor es muy amigo de humildad (Santa Teresa de Jesus, M epílogo).
La humildad es la que nos permite amar a al Señor nuestro Dios y a nuestro prójimo. Dice Cristo Jesus: “el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas”. (Mc 12, 28-34) Con todo el corazón, es con humildad y sin ninguna restricción y con todo lo que nos da la vida, con todo el corazón es con todo lo nuestro, sin reservas, con todo tipo de sacrificios, con todo lo que nos hace vivir. Con toda el alma, es con toda la humildad del amor divino, con toda el alma, es con el primer principio de nuestra vida, lo mas importante, la parte espiritual e inmortal, capaz de entender, querer y sentir, y que, junto con el cuerpo, constituye su esencia humana. Con todas tus fuerzas, es algo ardientemente y no con tibieza, y añadimos para que no falte nada, con todo nuestro entendimiento, con toda nuestra mente, con la inteligencia, con la reflexión, con la capacidad intelectual humana, con el pensamiento y voluntad, todo eso, es capaz de conocerlo solo un corazón humilde.
La humildad es afable y es la que nos permite tener buenas relaciones con nuestros hermanos, nuestro prójimo más próximo. En efecto, un corazón que conoce de la humildad, sabe relacionarse, sabe obedecer, sabe someterse, sabe reconocer los errores y todo esto nos permite vivir en paz con nuestra familia, compañeros de trabajo, esposas y esposos, hijos y padres.
Así que, hermanas,... procurad ser afables y entenderos con todas las personas que os trataren, de manera que amen vuestra conversación y deseen vuestra manera de vivir y de tratar…… hemos de procurar con interés: ser afables y agradar a las personas con quienes tratamos, (Santa Teresa de Jesus, C 41, 7).
La humildad es la gracia que nos permite convivir con todos los hermanos cristianos, sin discriminación. Amor total es nos lo pide Cristo Jesus, no amor parcial o limitado, esto es lo que nos enseña y nos exige, la entrega y el amor, tanto a Dios como al prójimo. Cristo Jesús puso al mismo nivel los dos mandamientos, y así lo aclara el evangelio de Mateo cuando dice; “De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas". Por tanto nosotros, los cristianos y seguidores de Jesús, debemos ser absolutamente contrarios a cualquier sentimiento acentuado de hostilidad, antipatía, rechazo y odio a los hombres, sabiendo que es algo con lo que convivimos a diario. El hombre es imagen de Dios y si amamos a nuestro prójimo, amamos a Dios, y si amamos a Dios, lo amamos también en el prójimo.
La humildad, nos ayudará a crecer más en nuestra fe y en nuestro camino a la santidad. Si no crecemos interiormente, no seremos capaces de transformarnos y nadie es santo si nos se transforma y nadie se transforma si no es sumiso y dependiente de Dios.
La humildad nos permitirá que más personas crean en la salvación que nos ofrece Cristo, porque un apóstol no podrá ayudar en la tarea encomendada por el Señor de ir y enseñar si es arrogante, ni menos guiarlo hacia la fuente de agua que sacia la sed de Dios. En los Hechos de los Apóstoles, Pedro predicó con otras muchas palabras y les conjuro y les exhorto: "Salvaos de esta generación perversa." Y los que acogieron su Palabra fueron bautizados. Aquel día se les unieron unas 3.000 almas”. (Hch 2, 40-41). Pedro, aunque vehemente, supo de la humildad, por eso fue vivo testigo de Cristo y su predica fue capaz de que se convirtieran 3.000 almas, sin embargo muchas prédicas de hombres que se creen muy santos y muy superiores a los demás no convierten a nadie, es decir, los humildes huyen de los soberbios.
5. SER HUMILDES COMO CRISTO
“Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo”, (Filp. 2,2-5). “Aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón”, (Mt 11,29)
Ser humilde es ser como Cristo, quien fue humilde antes de nacer, quien nació en una humilde pesebrera, que se formo con un humilde carpintero. Cristo aparece a su vida pública en forma humilde, elige a sus íntimos amigos entre humildes pescadores, hombres rudos y entre ellos a un publicano. Y vive entre los hombres con mucha humildad y jamás hizo ostentaciones de ser Hijo de Dios. Sus preferidos fueron los mas pobres, los mas humildes, los enfermos y afligidos. Toda su predica la hizo con humildad. Cristo fue insultado, escupido, le arrebataron sus ropas, y ante todo esto, el pidió a Dios perdón diciendo: Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23, 33-34).
Y a pesar de todos los errores que tenemos, Cristo nos busca y nos elige, no porque somos buenos, sino porque el es bueno y nos ama al extremo y espera que nosotros cambiemos. Dios nos pide cambiar y espera que seamos hombres buenos, como su Hijo Jesucristo, “mansos y humildes de corazón.”
Para ser humildes de corazón como Cristo, tenemos que abandonar nuestra vida y dejar que El viva en nosotros, “y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí”, (Gal. 2,30). Y orando a Dios debemos pedirle su ayuda para sentir la humildad del corazón de Cristo, “Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener los unos para con los otros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús” (Rom 15,5.
La oración es la llave para abrir la puerta que le permite a Dios trabaje en nuestra vida, y para que haga su obra en nosotros, tenemos que ser humildes en todo, para dejarnos someternos por El y sentir que somos en todo, dependientes de EL, con un absoluto reconocimiento de la necesidad de El. Todo el cimiento de la oración va fundado en humildad, y mientras más se abaja un alma y se empequeñece en la oración, más la ensalza Dios (Santa Teresa, «Moradas Séptimas», 4, 9.).
La ganancia de la humildad, es la amistad de Dios, “Vivamos con Dios como con un amigo” nos enseña la Beata carmelita Isabel de la Trinidad. En efecto, el aprecio y la estima de Dios, tiene mucho más valor que vivir preocupado de la autoestima si se es humilde. La perdida de nuestro orgullo, es beneficio para el alma, “Para vencer el orgullo: matarlo de hambre. Mira, el orgullo es amor propio. Pues bien; el amor de Dios debe ser tan fuerte que anule por completo nuestro amor propio.” Isabel de la Trinidad.
La virtud de la humildad es un gran regalo de Dios. La humildad nos permite ser su amigo y que Cristo viva en nosotros, por lo cual debemos agradecerle siempre. Esta es la gracia que nos va a estar siempre transformando en otros Cristos. Sale el alma tan gananciosa, que el demonio no osa volver otro día para no salir con la cabeza quebrada (Santa Teresa de Jesus, C 12, 6).
¿CONOCEMOS LA HUMILDAD?
Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo, buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás. (Filp. 2,2 3-4)
Sabemos que es la humildad? Para responder a esta pregunta, necesitamos saber y sentir si somos o no humildes, necesitamos sentirnos criaturas dependientes de Dios, y para esto, lo primero es reconocernos creados por EL, a su imagen y semejanza, con la diferencia de que somos pecadores y débiles.
Para Dios, somos personas de gran valor, su amor por nosotros es inmedible y nos quiere a todos en su reino y para participar de esta fiesta de amor, tenemos revestirnos de la gracia santificante, es decir del don sobrenatural, interior y permanente que Dios nos otorga, por mediación de Jesucristo para nuestra salvación. La gracia santificante nos hace hijos de Dios y amigos de Cristo. Pero para tener esta gracia tenemos que despojarnos de toda soberbia, difícil tarea para la naturaleza de los hombres, en especial si no podemos sustraernos de nuestro carácter orgulloso y altanero.
La soberbia y el orgullo, es una amenaza constante que esta al acecho, y no hay que dejarse cazar por ella, porque perderemos las dispensas que nos quiere regalar Dios y nos enemista con El. Sin embargo el humilde goza del privilegio de tener una relación personal con Dios, correspondencia que se mantiene con la oración constante. Y si tenemos buena comunicación con Dios, caminaremos a diario en comunión con El. Porque en la oración entendía más mis faltas: Por una parte me llamaba Dios; por otra yo seguía al mundo. Dábanme gran contento todas las cosas de Dios; teníanme atada las del mundo (Santa Teresa de Jesus, V 7, 17).
El que conoce la humildad, ama intensamente a Dios y sabe de las responsabilidades que le competen, y esta dispuesto a rendirle cuentas. El hombre que se siente humilde, sabe que sin Dios nada puede y con El todo es posible. El que se reconoce humilde, confía en Cristo y se hace seguidor de El. El que siente que hay humildad en su corazón, siente que Espíritu obra en él.
7. EN QUE NOS RECONOCEN QUE SOMOS HUMILDES?
Se hizo el servidor de todos, no habiendo «venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos» (Mt 20,28).
El corazón humilde tiene un deseo legítimo de ayudar a y servir a todo el que lo necesita, es un corazón consecuente de todas las necesidades y vive dispuesto a ofrendarse por sus hermanos. Un alma humilde, siempre alienta y estimula las virtudes de sus semejantes. Un hombre humilde no duda en encubrir las debilidades de sus amigos, es un ser que esta siempre disponible, no se cierra a nadie, es abierto a la amistad, al compañerismo, y es ante todo solidario.
Al hombre humilde se le reconoce por respetar a los demás, es afable y capaz de reconocer que el y lo demás son criaturas de Dios de gran valor. El corazón humilde, sabe oír a los demás y los escucha con paciencia, no vive siempre a la defensiva, sabe aceptar las críticas, no se exaspera si no le encuentran razón.
El que es humilde, se le reconoce como un hombre misericordioso, capaz de perdonar y olvidar los errores de sus hermanos y amigos, como del mismo modo reconocer los suyos y pedir perdón. El alma humilde siempre es cortés y si no le entregan cortesías no se siente ofendido.
El que es humilde, esta dispuesto a hacerse seguidor de quien tiene autoridad y cuando es el quien la tiene, la ejerce si perder su virtud, sin prepotencia y sin soberbia.
8. APRENDER A VIVIR EN HUMILDAD
Este es un desafío de gran importancia, hay que preparase bien y mucho. Tenemos que examinar en conciencia lo que somos y saber reconocer lo que son los demás.
Si alguien esta mejor preparado que nosotros, no podemos negarnos a reconocerlo, no importa quien sea, si alguien puede enseñarnos, acojamos con sencillez esa posibilidad. No seamos como aquellos que despreciaron a Jesus, por ser hijo de un humilde carpintero.
Si llegáramos a ver a todos los hombres del mismo modo como nos ve Dios, podríamos sentir que hemos aprendido a vivir en humildad y no intentaríamos desbarrancar a nadie por lo que es. A Dios no podemos mostrarles mascaras, delante de El somos lo que realmente somos, tenemos distintas cualidades, distintas virtudes, diversos defectos y vicios, pero a los ojos de El, somos lo que somos. Vivir en humildad, es conocer las cualidades que tenemos y ponerlas al servicio de los demás. Vivir en humildad, no es esconder los defectos y vicios, es dejar que los que tienen las virtudes que no tenemos nos ayuden a erradicarlos. Pues procuremos mirar siempre las virtudes y cosas buenas que viéremos en los otros y tapar sus defectos con nuestros grandes pecados (Santa Teresa de Jesus, V 13, 10; CN 3).
No es humilde el que se considera menos útil que otro, es egoísmo y soberbia para que otros no dispongan de la cualidades que tiene, tampoco es humilde el que escapa de comprometerse con la excusa de que el es poca cosa.
No debemos confundir la pobreza material con la humildad, los humildes como los soberbios pueden ser ricos o pobres en lo material, es humilde el que pone al servicio de los necesitado lo que tiene en beneficio de sus hermanos.
Pero algo que no es fácil, es saber si nosotros estamos confundidos, porque podemos ser humildes de aspecto, pero no de corazón y en forma oculta, buscamos notoriedad, y reconocimiento a lo que hacemos, que nos elogien y eso nos encanta, claro, nos halaga la vanidad. Por cuanto para aprender a vivir en humildad, debemos tener conciencia que donde hay vanidad, hay tierra de cultivo para los defectos.
Para vivir en humildad, no tratemos de ocultarle nuestros defectos y debilidades a Dios, al contrario, dejémosle que el nos enseñe por medio de ellas. Haciéndole ver a Dios nuestra bajeza, reconocemos en El su grandeza, y para aprender a ser humildes y vivir en ella. Cuando somos capaces de reconocer ante Dios todas nuestras falta, nuestros errores, el va de inmediato en nuestra ayuda.
Cuando nos sentimos enfermos, nos damos cuenta lo débiles que somos, cuando fracasamos nos damos cuenta de nuestras limitaciones y que no somos capaces por nosotros mismos. Esas debilidades, limitaciones e incapacidades, nos debe hacernos dar cuenta de nuestra dependencia de Dios, El nos dará fuerza en nuestra flaquezas.
“Pero él me dijo: "Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza". Por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Por eso me complazco en mis flaquezas,…pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte. (2 Cor 12:10)
LA ALEGRIA DE SER HUMILDE, EL EJEMPLO DE MARIA
El cristiano que logra sentir alegría de ser humilde ante Dios y los hombres, se regocija en gozo, porque sabe que Dios se digna en utilizarle para beneficio de si mismo y todos los hombres. Es un gran favor el que nos hace Dios al regalarnos la virtud de la humildad, por cuanto nos debemos alegrar por esto y los muchos favores que no merecemos y que nos regala Dios.
María dijo: Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de sus tronos, y elevó a los humildes. (Lc 1, 39-56)
El fragmento del evangelio, nos presenta el cántico de María, El Magníficat, responde a una explosión de júbilo en Dios, incubada desde que se había realizado en ella el misterio de la encarnación. Este canto es la una expresión elevadísima del alma de María, donde las lágrimas de alegría, gozo y esperanzas, se encierran en su Corazón, porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora. La humildad de la Virgen María, es la causa de su grandeza, se humilla hasta en lo más ínfimo y Dios la eleva a lo más alto de la dignidad. La alabanza que hace María a Dios por la elección que hizo en ella, engrandeciendo a Dios, ella esta profundamente agradecida, entonces le bendice y le celebra.
María atribuye esta obra a la pura bondad de Dios, que miró la humanidad de su esclava. Fue pura elección de Dios, que se fijó en una mujer de condición social desapercibida, aunque de la casa de David.
En adelante todas las generaciones me llamarán feliz, por esa dignidad tan grande a la cual María fue elevada. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón., Con esta metáfora, se expresa el poder de Dios, que aplasta a los soberbios y exalta a los humildes. Derribó a los poderosos de sus tronos, y elevó a los humildes, como enseñándonos a todos, que si queremos ser grande a los ojos de Dios y ser amados por El, debemos ser humildes ante los hombres, reconociendo nuestra pequeñez y miseria. Esta imagen celebra cómo Dios quita a los poderosos de sus tronos y ensalza a los que no son socialmente poderosos.
Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Así María, se coloca en la línea de todos los que son pequeños y humildes, los hambrientos de Israel, los que están vacíos de si mismos, pero llenos de Dios.
La humildad nace en el alma que está sinceramente maravillada del conocimiento y las experiencias de Dios, su grandeza y su gran amor por los hombres.
Hemos de meditar en el ejemplo Maria como sierva de Dios. Maria alaba a Dios por la elección que hizo en ella, reconoce la Providencia de Dios en el gobierno del mundo. La clave de la humildad, es saber que el mundo no gira y no esta a nuestra disposición y que nosotros estamos a disposición primero de Dios, luego de los demás.
10. MIRAR EL EJEMPLO DE JOSE
También reflexionemos en la vida de San José, esposo de Maria, que con su humildad nos enseño que lo importante no es realizar grandes cosas y que sean vistas por todos. José fue un hombre sencillo, un tranquilo obrero manual, aldeano y abnegado en su trabajo y habiendo hecho una gran obra, pareciera que no hizo nada extraordinario, sin embargo, el tuvo en sus brazos al Hijo de Dios y en su infancia, le enseño a caminar, le dio de comer, le cuidó, le abrigó e hizo bien su tarea, mostrándonos que para ser un hombre bueno y considerado por los demás, nos es necesario hacer "grandes cosas", sino practicar las virtudes humanas, sencillas, pero verdaderas y auténticas” (Pablo VI).
"Dios no necesita nuestras obras, sino nuestro amor" (Santa Teresa del Niño Jesús)