domingo, 11 de septiembre de 2011
La humildad es la Esencia de la Austeridad
La Naturaleza de la Humildad
La humildad es la esencia de la austeridad. Reconocer la humildad es negarla. Uno sólo puede reconocer la vanidad. Podemos ser conscientes de nuestra vanidad, pero no podemos ser conscientes de la humildad. La austeridad, la austeridad del monje o del santo, es el cruel movimiento del devenir, el cual es ilusión. Esta crueldad pertenece a la violencia, la imitación, la obediencia, en las que no existe lo anónimo. El monje y el santo pueden adoptar un nombre diferente, pero este nombre es el manto que cubre las heridas del conflicto. Y eso es igual con cada uno de nosotros, porque todos somos idealistas. Conocemos la vanidad y no podemos conocer la humildad. Nuestra humildad es lo opuesto de la vanidad, y todos los opuestos se contienen el uno al otro. El devenir, el “llegar a ser”, por secreto o anónimo que sea, jamás puede encontrarse en la naturaleza de la humildad. La humildad no tiene opuesto, y sólo las cosas que tienen opuesto pueden reconocerse entre sí.
Negar el orgullo no es conocer la humildad. Morir para lo conocido es lo positivo de lo desconocido. Uno puede morir para lo conocido conscientemente, deliberadamente, con pleno conocimiento de todas sus implicaciones, pero no podemos conocer aquello que no es conocible. No podemos conocer algo desconocido como la humildad. En el campo del devenir, el movimiento es de lo conocido a lo conocido; cuando morimos a esto, aparece otra cosa que no puede ser abarcada por una mente que aún se encuentra dentro de las limitaciones de lo conocido: la memoria, la experiencia, el conocimiento. El “ser” no es la terminación del “llegar a ser”. Cuando es reconocido como “ser”, sigue siendo parte del “llegar a ser”, del devenir, en el cual están implicados el esfuerzo, la desdicha y la confusión.
La meditación no es un truco de la mente que se enfrenta a un problema insoluble y entonces se obliga a sí misma a permanecer quieta. Es obvio que una mente aturdida se ha vuelto insensible, irresponsable y, por tanto, incapaz de ver nada nuevo. Y lo nuevo no es lo opuesto de lo viejo.
La meditación es el descubrimiento de todo este proceso del devenir y del ser ‑la negación del devenir a fin de ser-. Una mente meditativa puede ver todo esto de una sola mirada, y esta mirada no incluye en absoluto el tiempo. Ver la verdad no es una cuestión de tiempo; o la vemos o no la vemos. La incapacidad de ver no puede volverse capaz de ver.
Por lo tanto, la negación es el movimiento de la meditación, y no hay camino ni sendero ni sistema que puedan conducir a una mente superficial y parlanchina hasta las alturas de la bienaventuranza. El ver esto instantáneamente es la verdad que libera de sí misma a la mente superficial.
Y la humildad está siempre al principio, pero no hay principio ni final. Y esto es bienaventuranza más allá de toda medida.
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