lunes, 12 de septiembre de 2011
Angeles Caso: Un largo silencio
ANGELES CASO
Texto: Marta Iglesias / Fotos: NAN
ANGELES CASO
Hace ya muchos años que esta gijonesa dejó de presentar telediarios, para dedicarse a la variable literatura. Su puesta de largo fue con Elizabeth de Austria-Hungría y su gran reconocimiento lo obtuvo con el premio Fernando Lara para su última novela, Un largo silencio. Con ella ha devuelto las voces a las mujeres republicanas que quedaron solas tras la Guerra Civil.
"Nos miramos demasiado al ombligo y nos lavamos la conciencia haciendo ciertos actos de caridad o de solidaridad y con eso creemos que ya está."
"La televisión genera una fama que es muy superficial, donde a todo el mundo se le juzga por la apariencia."
"En el mundo de la literatura es fácil encontrarte con que una novela en la que has puesto tu vida y tu piel luego no les llega a los lectores."
He intentado entrevistarla más veces, pero como reza el dicho "A la tercera va la vencida". Daba una conferencia rodeada de amigos y pudimos hablar. Esperaba el distanciamiento propio de alguien a quien no le gusta la fama, y me encontré con la Ángeles Caso accesible, directa y franca que ama la naturaleza y la literatura como necesidad de vida.
-Su último libro, "Un largo silencio", trata sobre las consecuencias de la Guerra Civil, un tema del que se evita hablar en nuestro país. ¿Aprendemos poco del pasado?
-Yo creo que tendemos demasiado a olvidar el pasado -como individuos y como colectivos sociales-, y sin embargo el pasado me parece imprescindible. Para mí la memoria es uno de los elementos fundamentales de la vida como seres humanos. Creo que es difícil saber quién eres y hacia dónde quieres ir sin saber de dónde vienes. Entonces me parece importante preservar esa memoria, la de lo bueno y sobre todo la de lo malo, para tratar de evitar que vuelva a suceder.
-En tu libro las protagonistas son mujeres que perdieron la guerra y fueron condenadas a callar. ¿Podría ser una metáfora sobre la situación de la mujer en el mundo?
-No pretendía que fuera tanto, porque en este caso concreto yo me centro en las mujeres, pero los hombres del bando republicano estaban en la misma situación. Lo que pasa es que escribo sobre las mujeres porque, cuando termina la Guerra Civil, ellas estaban solas. Los hombres del bando republicano que no habían muerto en el frente estaban en las cárceles y fueron esas mujeres -y de esto se ha contado muy poco- las que tuvieron que sacar adelante a sus familias en condiciones durísimas. Fueron maltratadas, humilladas, perseguidas, sometidas al miedo... y yo quería devolverles la voz y hacerles una especie de homenaje literario con este libro, porque creo que no se les ha hecho todavía. Con la metáfora a la que te referías sí es verdad que la condición de la mujer ha sido siempre mucho más silenciosa que la del hombre, y en infinidad de países y culturas del mundo sigue siéndolo todavía.
-Te he oído decir en algunas entrevistas que aspiras a la serenidad, ¿qué ingredientes básicos necesitas para conseguirla?
-Yo creo que sobre todo la serenidad es asumir que la vida es un mare mágnum de cosas extraordinariamente hermosas y desdichadas. Es un ir y venir constante entre lo bueno y lo malo, entre las buenas y las malas rachas, entre el éxito y el fracaso, la satisfacción y la insatisfacción, el bolsillo vacío y el bolsillo lleno... Y creo que la serenidad consiste en asumir todo eso con naturalidad, disfrutar de lo bueno y entender que el dolor también forma parte de la vida, no es algo contra lo que haya que resistirse. Ésa es mi aspiración y a lo que yo llamo serenidad.
-¿Qué diferencia hay entre la fama de la popularidad que tenías en televisión y la alcanzada con un premio como el "Fernando Lara"?
-Pues una diferencia fundamental. Yo creo que la televisión genera una fama que es muy superficial, donde a todo el mundo se le juzga por la apariencia. Da igual lo que hagas, tú eres famoso, reconocido, admirado o denostado simplemente porque sales en televisión, casi como si fueras un personaje de circo. El reconocimiento por la obra literaria o el trabajo que sea, es otra cosa completamente distinta.
-Dejaste un empleo estable y reconocido en televisión para dedicarte a escribir, que era tu gran pasión. ¿Qué riesgos tuviste que asumir para dedicarte a la literatura?
-Los que sigo asumiendo constantemente. Evidentemente el económico (risas), porque no es lo mismo trabajar en televisión o en radio, donde ahora mismo podría estar ganando muchísimo dinero, que vivir de la escritura. En literatura el nivel económico en el que te mueves es muy inferior y además mucho más irregular. Y luego está el riesgo de la incomprensión, porque en el mundo de la literatura es fácil encontrarte con que una novela en la que has puesto tu vida y tu piel luego no les llega a los lectores. Y queda tu propia insatisfacción, porque siempre piensas que tendrías que haber escrito algo mejor de lo que has escrito. Todas esas cosas. Pero yo creo que este tipo de trabajos uno no los escoge, lo eligen a uno. Son cosas que se te imponen en la vida y si no las haces te sientes medio muerto.
-Debías tenerlo muy claro para dejar la seguridad de un trabajo en televisión y el reconocimiento del público...
-Lo tenía clarísimo, sí, y lo sigo teniendo clarísimo. Aunque hay meses que me cuesta mucho pagar la hipoteca de mi casa, lo sigo teniendo clarísimo.
-Y para escribir, ¿qué te motiva más: la felicidad o el dolor?
-Para escribir me motiva más el dolor. Creo que como escritora trato sobre los aspectos más dolorosos y oscuros de la condición humana. Yo siempre digo que la felicidad la vivo cuando soy feliz, cosa que sucede muchas veces y para lo cual tengo muchas razones, y eso lo vivo, lo disfruto y lo gozo, pero no necesito pararme a reflexionar sobre ello. En cambio sí necesito pararme a reflexionar sobre el dolor y sobre los lados más negros de la vida, y por lo tanto escribo sobre esas cosas. Lo que pasa es que para escribir me paraliza, es decir, me inspiro en él, me preocupa, me hace reflexionar, me inquieta como escritora, pero si yo estoy sumida en un proceso doloroso me resulta muy difícil escribir. Necesito escribir desde la tranquilidad.
-Eres militante activa de Greenpeace -formas parte de su Consejo- y amante de la naturaleza, tanto por convicción como por genética, ya que procedes de una familia ligada al campo. ¿Crees que todavía estamos a tiempo de salvar el planeta?
-Creo que cada vez estamos menos a tiempo. Hay cosas que son ya irrecuperables, como la extinción de las especies. La mayor parte de los cálculos apuntan a que están desapareciendo en los últimos veinte años unas doscientas especies anuales. Especies vivas, animales y plantas, pero fundamentalmente animales. Los daños a la capa de ozono son difícilmente recuperables y si lo son es a muy, muy, muy largo plazo. Entonces cada vez hay menos tiempo, porque además el daño al medio ambiente crece de una manera terrible. O aprendemos a mantener una actitud ética con nuestro entorno o la especie humana -y por supuesto el resto de las especies también- lo va a tener muy difícil.
-Hablando de valores, ¿cuáles echas en falta en nuestra sociedad?
-Creo que es una sociedad que se está centrando demasiado en la condición individualista, en el vivir sólo para ti mismo y sólo para tu propio placer, y se olvida de esos comportamientos éticos con los demás y con el entorno natural en el que vivimos, cosas que me parecen fundamentales. Claro, hay mucha solidaridad, sí, colaboramos con un terremoto en no sé donde, y todo el mundo lleva ropa y manda dinero. Pero no basta con mandarles comida a los pobres que se están muriendo de hambre, habría que hacer la revolución para que esa gente no muriese de hambre. Tendrían que hacerla ellos y tendríamos que hacerla nosotros con ellos. Entonces quizá es cierto que nos miramos cada uno de nosotros demasiado el ombligo, pensamos sólo en nuestros propios intereses, nos lavamos la conciencia haciendo ciertos actos de caridad o de solidaridad y con eso creemos que ya está. Y me parece que es bastante insuficiente. ∆
Ángeles Caso ha intervenido en el ciclo Novelas y Novelistas organizado por Caja España.
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