martes, 13 de septiembre de 2011
Aprendamos Humildad
La Humildad es estar preparado
Es Prepararte
Es Disfrutar lo que haces
Es cuidarte
Es hacerte la vida agradable
Nunca es agradable decir a alguien que se está equivocando, pues corremos el riesgo de que la persona se enfade o se lo tome a mal. Pero Jesucristo insiste en la obligación grave que tenemos de corregir con cariño a todo aquel a quien podamos considerar nuestro hermano; es decir, a toda persona a la que verdaderamente queremos, ya que sólo el amor me da autoridad para corregir o decir a alguien que lo está haciendo mal. Un ejemplo muy claro de esto son los padres, que siempre corrigen a sus hijos porque buscan su felicidad y tienen la grave obligación de advertirles de todo aquello que les pueda hacer daño o malograr su futuro. Pero muchas veces debemos preguntarnos, cuando advertimos a una persona de un posible defecto, si lo hacemos porque simplemente nos molesta o tan sólo queremos su bien; pues es necesario no caer en el error de convertirnos en alguien que constantemente esté recordando a todo el mundo lo mal que lo hace sin el más mínimo cariño o interés verdadero por los demás. Sólo el amor me hace capaz de corregir con cariño y sólo la humildad me ayuda a recibir las correcciones de aquellos que me quieren, pues, si bien es difícil corregir, mucho más es dejarse corregir, ya que la soberbia es muy mala consejera y está siempre haciéndonos creer que nadie tiene derecho a decirnos nada. Es bueno que pidamos al Señor un espíritu de verdadera humildad y mansedumbre que nos haga capaces de recibir las correcciones que necesitemos en nuestra vida, aunque éstas a veces vengan de personas menos capacitadas o más humildes que nosotros. Es propio de una persona sabia cambiar y rectificar. Es propio de un soberbio no aceptar la más mínima sugerencia en su vida personal, pues se cree «pluscuamperfecto» y nadie en este mundo podrá nunca decirle nada sin grave riesgo de un enfado o una mala contestación.
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