martes, 13 de septiembre de 2011
Aprendamos Humildad
La Humildad es estar preparado
Es Prepararte
Es Disfrutar lo que haces
Es cuidarte
Es hacerte la vida agradable
Nunca es agradable decir a alguien que se está equivocando, pues corremos el riesgo de que la persona se enfade o se lo tome a mal. Pero Jesucristo insiste en la obligación grave que tenemos de corregir con cariño a todo aquel a quien podamos considerar nuestro hermano; es decir, a toda persona a la que verdaderamente queremos, ya que sólo el amor me da autoridad para corregir o decir a alguien que lo está haciendo mal. Un ejemplo muy claro de esto son los padres, que siempre corrigen a sus hijos porque buscan su felicidad y tienen la grave obligación de advertirles de todo aquello que les pueda hacer daño o malograr su futuro. Pero muchas veces debemos preguntarnos, cuando advertimos a una persona de un posible defecto, si lo hacemos porque simplemente nos molesta o tan sólo queremos su bien; pues es necesario no caer en el error de convertirnos en alguien que constantemente esté recordando a todo el mundo lo mal que lo hace sin el más mínimo cariño o interés verdadero por los demás. Sólo el amor me hace capaz de corregir con cariño y sólo la humildad me ayuda a recibir las correcciones de aquellos que me quieren, pues, si bien es difícil corregir, mucho más es dejarse corregir, ya que la soberbia es muy mala consejera y está siempre haciéndonos creer que nadie tiene derecho a decirnos nada. Es bueno que pidamos al Señor un espíritu de verdadera humildad y mansedumbre que nos haga capaces de recibir las correcciones que necesitemos en nuestra vida, aunque éstas a veces vengan de personas menos capacitadas o más humildes que nosotros. Es propio de una persona sabia cambiar y rectificar. Es propio de un soberbio no aceptar la más mínima sugerencia en su vida personal, pues se cree «pluscuamperfecto» y nadie en este mundo podrá nunca decirle nada sin grave riesgo de un enfado o una mala contestación.
lunes, 12 de septiembre de 2011
Angeles Caso: Un largo silencio
ANGELES CASO
Texto: Marta Iglesias / Fotos: NAN
ANGELES CASO
Hace ya muchos años que esta gijonesa dejó de presentar telediarios, para dedicarse a la variable literatura. Su puesta de largo fue con Elizabeth de Austria-Hungría y su gran reconocimiento lo obtuvo con el premio Fernando Lara para su última novela, Un largo silencio. Con ella ha devuelto las voces a las mujeres republicanas que quedaron solas tras la Guerra Civil.
"Nos miramos demasiado al ombligo y nos lavamos la conciencia haciendo ciertos actos de caridad o de solidaridad y con eso creemos que ya está."
"La televisión genera una fama que es muy superficial, donde a todo el mundo se le juzga por la apariencia."
"En el mundo de la literatura es fácil encontrarte con que una novela en la que has puesto tu vida y tu piel luego no les llega a los lectores."
He intentado entrevistarla más veces, pero como reza el dicho "A la tercera va la vencida". Daba una conferencia rodeada de amigos y pudimos hablar. Esperaba el distanciamiento propio de alguien a quien no le gusta la fama, y me encontré con la Ángeles Caso accesible, directa y franca que ama la naturaleza y la literatura como necesidad de vida.
-Su último libro, "Un largo silencio", trata sobre las consecuencias de la Guerra Civil, un tema del que se evita hablar en nuestro país. ¿Aprendemos poco del pasado?
-Yo creo que tendemos demasiado a olvidar el pasado -como individuos y como colectivos sociales-, y sin embargo el pasado me parece imprescindible. Para mí la memoria es uno de los elementos fundamentales de la vida como seres humanos. Creo que es difícil saber quién eres y hacia dónde quieres ir sin saber de dónde vienes. Entonces me parece importante preservar esa memoria, la de lo bueno y sobre todo la de lo malo, para tratar de evitar que vuelva a suceder.
-En tu libro las protagonistas son mujeres que perdieron la guerra y fueron condenadas a callar. ¿Podría ser una metáfora sobre la situación de la mujer en el mundo?
-No pretendía que fuera tanto, porque en este caso concreto yo me centro en las mujeres, pero los hombres del bando republicano estaban en la misma situación. Lo que pasa es que escribo sobre las mujeres porque, cuando termina la Guerra Civil, ellas estaban solas. Los hombres del bando republicano que no habían muerto en el frente estaban en las cárceles y fueron esas mujeres -y de esto se ha contado muy poco- las que tuvieron que sacar adelante a sus familias en condiciones durísimas. Fueron maltratadas, humilladas, perseguidas, sometidas al miedo... y yo quería devolverles la voz y hacerles una especie de homenaje literario con este libro, porque creo que no se les ha hecho todavía. Con la metáfora a la que te referías sí es verdad que la condición de la mujer ha sido siempre mucho más silenciosa que la del hombre, y en infinidad de países y culturas del mundo sigue siéndolo todavía.
-Te he oído decir en algunas entrevistas que aspiras a la serenidad, ¿qué ingredientes básicos necesitas para conseguirla?
-Yo creo que sobre todo la serenidad es asumir que la vida es un mare mágnum de cosas extraordinariamente hermosas y desdichadas. Es un ir y venir constante entre lo bueno y lo malo, entre las buenas y las malas rachas, entre el éxito y el fracaso, la satisfacción y la insatisfacción, el bolsillo vacío y el bolsillo lleno... Y creo que la serenidad consiste en asumir todo eso con naturalidad, disfrutar de lo bueno y entender que el dolor también forma parte de la vida, no es algo contra lo que haya que resistirse. Ésa es mi aspiración y a lo que yo llamo serenidad.
-¿Qué diferencia hay entre la fama de la popularidad que tenías en televisión y la alcanzada con un premio como el "Fernando Lara"?
-Pues una diferencia fundamental. Yo creo que la televisión genera una fama que es muy superficial, donde a todo el mundo se le juzga por la apariencia. Da igual lo que hagas, tú eres famoso, reconocido, admirado o denostado simplemente porque sales en televisión, casi como si fueras un personaje de circo. El reconocimiento por la obra literaria o el trabajo que sea, es otra cosa completamente distinta.
-Dejaste un empleo estable y reconocido en televisión para dedicarte a escribir, que era tu gran pasión. ¿Qué riesgos tuviste que asumir para dedicarte a la literatura?
-Los que sigo asumiendo constantemente. Evidentemente el económico (risas), porque no es lo mismo trabajar en televisión o en radio, donde ahora mismo podría estar ganando muchísimo dinero, que vivir de la escritura. En literatura el nivel económico en el que te mueves es muy inferior y además mucho más irregular. Y luego está el riesgo de la incomprensión, porque en el mundo de la literatura es fácil encontrarte con que una novela en la que has puesto tu vida y tu piel luego no les llega a los lectores. Y queda tu propia insatisfacción, porque siempre piensas que tendrías que haber escrito algo mejor de lo que has escrito. Todas esas cosas. Pero yo creo que este tipo de trabajos uno no los escoge, lo eligen a uno. Son cosas que se te imponen en la vida y si no las haces te sientes medio muerto.
-Debías tenerlo muy claro para dejar la seguridad de un trabajo en televisión y el reconocimiento del público...
-Lo tenía clarísimo, sí, y lo sigo teniendo clarísimo. Aunque hay meses que me cuesta mucho pagar la hipoteca de mi casa, lo sigo teniendo clarísimo.
-Y para escribir, ¿qué te motiva más: la felicidad o el dolor?
-Para escribir me motiva más el dolor. Creo que como escritora trato sobre los aspectos más dolorosos y oscuros de la condición humana. Yo siempre digo que la felicidad la vivo cuando soy feliz, cosa que sucede muchas veces y para lo cual tengo muchas razones, y eso lo vivo, lo disfruto y lo gozo, pero no necesito pararme a reflexionar sobre ello. En cambio sí necesito pararme a reflexionar sobre el dolor y sobre los lados más negros de la vida, y por lo tanto escribo sobre esas cosas. Lo que pasa es que para escribir me paraliza, es decir, me inspiro en él, me preocupa, me hace reflexionar, me inquieta como escritora, pero si yo estoy sumida en un proceso doloroso me resulta muy difícil escribir. Necesito escribir desde la tranquilidad.
-Eres militante activa de Greenpeace -formas parte de su Consejo- y amante de la naturaleza, tanto por convicción como por genética, ya que procedes de una familia ligada al campo. ¿Crees que todavía estamos a tiempo de salvar el planeta?
-Creo que cada vez estamos menos a tiempo. Hay cosas que son ya irrecuperables, como la extinción de las especies. La mayor parte de los cálculos apuntan a que están desapareciendo en los últimos veinte años unas doscientas especies anuales. Especies vivas, animales y plantas, pero fundamentalmente animales. Los daños a la capa de ozono son difícilmente recuperables y si lo son es a muy, muy, muy largo plazo. Entonces cada vez hay menos tiempo, porque además el daño al medio ambiente crece de una manera terrible. O aprendemos a mantener una actitud ética con nuestro entorno o la especie humana -y por supuesto el resto de las especies también- lo va a tener muy difícil.
-Hablando de valores, ¿cuáles echas en falta en nuestra sociedad?
-Creo que es una sociedad que se está centrando demasiado en la condición individualista, en el vivir sólo para ti mismo y sólo para tu propio placer, y se olvida de esos comportamientos éticos con los demás y con el entorno natural en el que vivimos, cosas que me parecen fundamentales. Claro, hay mucha solidaridad, sí, colaboramos con un terremoto en no sé donde, y todo el mundo lleva ropa y manda dinero. Pero no basta con mandarles comida a los pobres que se están muriendo de hambre, habría que hacer la revolución para que esa gente no muriese de hambre. Tendrían que hacerla ellos y tendríamos que hacerla nosotros con ellos. Entonces quizá es cierto que nos miramos cada uno de nosotros demasiado el ombligo, pensamos sólo en nuestros propios intereses, nos lavamos la conciencia haciendo ciertos actos de caridad o de solidaridad y con eso creemos que ya está. Y me parece que es bastante insuficiente. ∆
Ángeles Caso ha intervenido en el ciclo Novelas y Novelistas organizado por Caja España.
domingo, 11 de septiembre de 2011
Frases para Inspirar Humildad
Humildad
Cuantas veces tenemos que perdonar Siete?
No Setenta veces Siete
Anhelo realizar obras grandes nobles, pero mi principal tarea y mi jubilo es realizar obras humildes como si fueran grandes y nobles. Helen Keller
Causa mucho mejor efecto que los demás descubran tus cualidades sin tu ayuda. Judith Martín
Como decían los griegos: muchos saben cómo adular; pocos cómo alabar. Windell Phillips
Cuando percibas los aplausos del triunfo, que suenen también en tus oídos las risas que provocaste con tus fracasos. San Josemaría Escrivá de Balaguer
Cuando somos grandes en humildad, estamos más cerca de lo grande.
Rabindranath Tagore
Cuando te veas como eres, ha de parecerte natural que te desprecien. San Josemaría Escrivá de Balaguer
Cuánto más alto estemos situados, más humildes debemos ser. Marco Tulio Cicerón
Cuanto más callados estamos, mejor escuchamos. Si gritamos al mismo tiempo que otros, perdemos la facultad de oír. Bárbara Larmoyer
Cuanto más grandes somos en humildad, tanto más cerca estamos de la grandeza. Rabindranath Tagore
Cuanto más me exalten, Jesús mío, humíllame más en mi corazón, haciéndome saber lo que he sido y lo que seré, si tú me dejas. San Josemaría Escrivá de Balaguer
Cuanto menos es uno, más se encarga Él de todo. Madre Maravillas de Jesús
Después de las derrotas y las cruces, los hombres se vuelven más sabios y más humildes. Benjamín Franklin
Dios tiene dos tronos. Uno en lo más alto de los cielos y otro en el más humilde de los corazones. D.L. Moody
Donde hay soberbia, allí habrá ignorancia; mas donde hay humildad, habrá sabiduría. Salomón
El cimiento de la oración va fundado en la humildad, y mientras más se abaja un alma en la oración, más la sube Dios. Santa Teresa de Avila
El humilde conocimiento de ti mismo es un camino más seguro hacia Dios que el camino de la ciencia. Thomas de Kempis
El que con perspicacia reconoce la limitación de sus facultades, está muy cerca de llegar a la perfección. Johann Wolfgang von Goethe
El que tiene miedo de la pobreza no es digno ser rico. Voltaiere
El orgulloso quiere hacer más, el humilde quiere obedecer más. Autor desconocido
El propio conocimiento nos lleva como de la mano a la humildad. San Josemaría Escrivá de Balaguer
Ensalza lo humilde, multiplica lo poco, recompensa la injuria con bondad, corta el problema en su brote y siembra lo grande en lo pequeño. Lao Tsé.
Es muy grande cosa saberse nada delante de Dios, porque así es. San Josemaría Escrivá de Balaguer
Esa falsa humildad es comodidad: así, tan humildito, vas haciendo dejación de derechos... que son deberes. San Josemaría Escrivá de Balaguer
Estoy convencido que la primera prueba de un gran hombre consiste en la humildad. John Ruskin
Humildad es andar en la verdad. Santa Teresa de Avila
Humildad es recibir la alabanza y pasarla a Dios sin tocarla. Autor desconocido
Huyamos de esa falsa humildad que se llama comodidad. San Josemaría Escrivá de Balaguer
La humildad consiste en callar nuestras virtudes y permitirle a los demás descubrirlas. Autor desconocido
La humildad es algo muy extraño. En el momento mismo en el que creemos tenerla ya la hemos perdido. San Agustín de Hipona
La humildad es el hilo con el que se encadena la gloria. Proverbio árabe
La humildad es la etiqueta que exige el ceremonial para las audiencias con Dios. Padre Alfonso Milagro
La humildad es la llave de la sabiduría. San Beda
La humildad es verdad, y la verdad es humildad. San Pío de Pieltrecina
La humildad hace al hombre capaz de Dios. Santo Tomás de Aquino
La humildad, necesaria para amar. Cuanto más vacíos estamos de la hinchazón de la soberbia más llenos estamos de amor. San Agustín de Hipona
La humildad no consiste en pensar que eres poca cosa, sino en no pensar en ti. Andrew Murray
La humildad, pues, nos perfecciona en lo que mira a Dios, y la mansedumbre en lo que toca al prójimo. San Francisco de Sales
La humildad tiene dos polos: lo verdadero y lo bello. Víctor Hugo
La modestia es el arte de hacer por boca de otros todo lo bueno que uno
piensa de sí mismo. Philippe Bouvard
La modestia es el complemento de la sabiduría. Bernard Le Bouvier de Fontenelle
La santa pureza la da Dios cuando se pide con humildad. San Josemaría Escrivá de Balaguer
La sencillez consiste en hacer el viaje de la vida llevando sólo el equipaje necesario. Charles Dudley Warner
La verdadera humildad consiste en estar satisfecho. Henri Frederic Amiel
Los príncipes de Dios no se reconocen por sus cabezas erguidas y pretensiones jactanciosas, sino por la facilidad con que se humillan. A.B. Simpson
Mas vale un poco de estudio de humildad y un acto de ella que toda la ciencia del mundo. Santa Edith Stein
Mejor es humillar el espíritu con los humildes, que repartir despojos con los soberbios. Salomón
Mira qué humilde es nuestro Jesús: ¡un borrico fue su trono en Jerusalén!... San Josemaría Escrivá de Balaguer
Nada es tan bajo y vil como ser altivo con el humilde. Lucio Anneo Séneca
No eres humilde cuando te humillas, sino cuando te humillan y lo llevas por Cristo. San Josemaría Escrivá de Balaguer
No vea tu mano izquierda lo que hace la derecha. Jesucristo
Para enamorarse Dios del alma, no pone los ojos en su grandeza, sino en su humildad. San Juan de la Cruz
Para llegar al conocimiento de la verdad hay muchos caminos: el primero es la humildad, el segundo es la humildad, el tercero es la humildad. San Agustín de Hipona
Quiero vivir y morir en el ejército de los humildes, uniendo mis oraciones a las suyas, con la santa libertad del obediente. Miguel de Unamuno
Se camina con dos pies; la humildad es el pie izquierdo, la confianza el pie derecho. Santiago Alberione
Sé humilde si quieres obtener la sabiduría. Sé más humilde aún cuando la hayas adquirido. Blavatsky
Se siempre humilde y conserva la pureza, porque éstas son las dos alas que nos elevan hasta Dios y casi nos divinizan. San Pío de Pieltrecina de Pietralcina
Ser humilde no equivale a tener angustia o temor. San Josemaría Escrivá de Balaguer
Ser humilde para con los superiores es un deber; para los iguales, una muestra de cortesía, para los inferiores, una prueba de nobleza. Benjamín Franklin
Ser natural es la más difícil de las poses. Oscar Wilde
Si ahora no eres humilde recibiendo, el día de mañana no serás generoso dando. Autor desconocido
Si no sabe obedecer, ¿cómo va a ser humilde al mandar? Autor desconocido
Siempre humíllense amorosamente ante Dios y ante los hombres. Porque Dios le habla a aquellos que son verdaderamente humildes de corazón, y los enriquece con grandes dones. San Pío de Pieltrecina
¿Soberbia? —¿Por qué?... Dentro de poco —años, días— serás un montón de carroña hedionda: gusanos, licores malolientes, trapos sucios de la mortaja..., y nadie, en la tierra, se acordará de ti. San Josemaría Escrivá de Balaguer
Son los inocentes, y no los sabios, los que resuelven las cuestiones difíciles. Pío Baroja
Todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado. Lc 14,11.
La humildad es la Esencia de la Austeridad
La Naturaleza de la Humildad
La humildad es la esencia de la austeridad. Reconocer la humildad es negarla. Uno sólo puede reconocer la vanidad. Podemos ser conscientes de nuestra vanidad, pero no podemos ser conscientes de la humildad. La austeridad, la austeridad del monje o del santo, es el cruel movimiento del devenir, el cual es ilusión. Esta crueldad pertenece a la violencia, la imitación, la obediencia, en las que no existe lo anónimo. El monje y el santo pueden adoptar un nombre diferente, pero este nombre es el manto que cubre las heridas del conflicto. Y eso es igual con cada uno de nosotros, porque todos somos idealistas. Conocemos la vanidad y no podemos conocer la humildad. Nuestra humildad es lo opuesto de la vanidad, y todos los opuestos se contienen el uno al otro. El devenir, el “llegar a ser”, por secreto o anónimo que sea, jamás puede encontrarse en la naturaleza de la humildad. La humildad no tiene opuesto, y sólo las cosas que tienen opuesto pueden reconocerse entre sí.
Negar el orgullo no es conocer la humildad. Morir para lo conocido es lo positivo de lo desconocido. Uno puede morir para lo conocido conscientemente, deliberadamente, con pleno conocimiento de todas sus implicaciones, pero no podemos conocer aquello que no es conocible. No podemos conocer algo desconocido como la humildad. En el campo del devenir, el movimiento es de lo conocido a lo conocido; cuando morimos a esto, aparece otra cosa que no puede ser abarcada por una mente que aún se encuentra dentro de las limitaciones de lo conocido: la memoria, la experiencia, el conocimiento. El “ser” no es la terminación del “llegar a ser”. Cuando es reconocido como “ser”, sigue siendo parte del “llegar a ser”, del devenir, en el cual están implicados el esfuerzo, la desdicha y la confusión.
La meditación no es un truco de la mente que se enfrenta a un problema insoluble y entonces se obliga a sí misma a permanecer quieta. Es obvio que una mente aturdida se ha vuelto insensible, irresponsable y, por tanto, incapaz de ver nada nuevo. Y lo nuevo no es lo opuesto de lo viejo.
La meditación es el descubrimiento de todo este proceso del devenir y del ser ‑la negación del devenir a fin de ser-. Una mente meditativa puede ver todo esto de una sola mirada, y esta mirada no incluye en absoluto el tiempo. Ver la verdad no es una cuestión de tiempo; o la vemos o no la vemos. La incapacidad de ver no puede volverse capaz de ver.
Por lo tanto, la negación es el movimiento de la meditación, y no hay camino ni sendero ni sistema que puedan conducir a una mente superficial y parlanchina hasta las alturas de la bienaventuranza. El ver esto instantáneamente es la verdad que libera de sí misma a la mente superficial.
Y la humildad está siempre al principio, pero no hay principio ni final. Y esto es bienaventuranza más allá de toda medida.
La Humildad nos permite ver las cosas como son
Se cree que ser humilde es echarse tierra encima y decir que uno no vale nada, eso es vanidad. La humildad consiste en aceptar nuestros propios defectos, pero también nuestros valores. En saber lo que no vales y lo que vales, y no estar escondiéndose.
Alex Rovira: La humildad nos permite ver las cosas como son, sin las deformaciones que genera la lente de la vanidad. La vanidad, ciega; la humildad, revela.
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